­"Aki, Aki, Aki, Aki", cantaba la Grada Jove nada más disfrutar de un talentoso taconazo del japonés dirigido a Castro dentro del área. Apenas lleva poco más de dos meses en la isla, pero se está ganando con su descaro el cariño y el respeto del mallorquinismo.

Ienaga lo tiene claro cuando tiene el balón en las botas naranjas. Eso es lo que le ha gustado a la afición. Levanta la cabeza y hacia la portería rival. Sin más. Todavía no ha marcado, pero eso llegará pronto. Se nota. De momento, sus entradas al campo se traducen en mayor intensidad para los bermellones. Es como si pusiera la chispa que falta cuando el motor no acaba de funcionar. Como ayer ante el Valencia. Cuando sustituyó a un desdibujado Pereira, el Mallorca mejoró sensiblemente.

Disputó veintiséis minutos, los suficientes para demostrar que cada vez que juega pasa algo. O al menos lo intenta. En un contraataque probó fortuna con un disparo lejano, pero el balón se estrelló en el central cuando iba hacia la meta de Guaita. No es que ayer estuviera cerca del gol, pero las sensaciones que dejan sus actuaciones son prometedoras. En la victoria del pasado martes ante el Espanyol, Aki aportó su frescura y dinamismo al ataque isleño e incluso participó en el tanto decisivo al ejecutar el tiro que solo pudo despejar Kameni y Nsue envió al fondo de la red. También en el partido que el Mallorca perdió en Anoeta fue el primero en disparar con peligro en todo el partido, pero Bravo se lo detuvo.

Aki quiere agradar y lo está consiguiendo. Ya ha manifestado en más de una ocasión que no ha llegado a la Liga para pasar desapercibido. Quiere triunfar y va en serio. Consiguió que el club apostase por él y enviara a Ratinho al Sao Paulo para que ocupara su plaza de extracomunitario. Incluso hay voces que apuntan que se ha ganado ser titular en sustitución de Pereira, que ha bajado su rendimiento. Pero Laudrup no le ve para jugar noventa minutos. Lo ha dicho y en sus decisiones lo está demostrando ya que acumula 101 minutos repartidos en cinco partidos. "No hay que forzarle", afirma el entrenador. Es el que tiene la última palabra.