Marisol, una víctima de violencia de género: «He pasado 25 años de condena de palizas diarias y tengo miedo»

Marisol relata el infierno que ha padecido en su matrimonio; su exmarido está preso por intentar quemarle la casa con cócteles molotov

Marisol, víctima de violencia de género, sigue viviendo con angustia, pese a que su expareja está encarcelada en Palma. | B RAMON

Marisol, víctima de violencia de género, sigue viviendo con angustia, pese a que su expareja está encarcelada en Palma. | B RAMON / B. Palau

B. Palau

B. Palau

«He pasado 25 años de condena de palizas constantes, a diario, y sigo teniendo miedo, aunque él esté preso». Marisol es víctima de violencia de género desde muy joven. «Al principio no tenía la fuerza suficiente para denunciarle», reconoce, sentada en el sofá de su casa, en Palma. «En 2019 me separé de él, después de sufrir una paliza de muerte. Acabé en el médico y en la Policía Nacional. Mi hijo mayor lo contó todo. Mi marido fue detenido. Luego, quedó libre con una orden de alejamiento. Pero siempre se ha saltado las órdenes de alejamiento», admite angustiada.

Sus 25 años de matrimonio se convirtieron en un calvario casi desde el inicio. «Prefiero 25 años de palizas constantes a la angustia de estos últimos cinco años. No puedo salir tranquila a la calle aunque él esté en prisión. Nunca salgo sola. Siempre estoy en casa. Cualquier ruido me sobresalta, tengo miedo incluso dentro de casa. He puesto cámaras aquí dentro», detalla. Marisol padece depresión y ansiedad. Su exmarido está encarcelado por intentar incendiar su casa de madrugada arrojándole dos cócteles molotov en junio de 2023, pese a que tenía prohibido acercarse a ella. Recientemente, ha sido condenado a cuatro años de prisión por estos hechos y por quemar también el coche del hijo mayor de la mujer utilizando otro artefacto explosivo casero, tipo cóctel molotov. La sentencia no es firme y tanto la víctima como el acusado la han recurrido.

Pide una pena mayor

La perjudicada considera que la condena es mínima por unos hechos tan graves y solicita, a través de su abogada, una pena mayor. El sospechoso se enfrentaba a una petición de once años de cárcel por parte de la fiscalía y doce años, por parte de la acusación particular. Además, el hombre cuenta en su historial delictivo con otras condenas por episodios de violencia machista. Fue sentenciado por coacciones con quebrantamiento y por lesiones en el ámbito familiar.

«Cuando él salga de prisión, ¿qué va a ser de mí?», se pregunta la perjudicada, que llegó a estar protegida las 24 horas del día por la Policía al ser considerada una víctima de riesgo extremo. «Todas las amenazas las está cumpliendo. Dijo que pegaría fuego a la casa y al coche de mi hijo y lo ha hecho», advierte la mujer. «Siempre me decía que yo iba a salir de casa en una caja de pino con los pies por delante», añade Marisol, mientras mira hacia la calle a través de la ventana.

Su relato es estremecedor. «Él no aprecia la libertad ni su propia vida. Muchas veces me ha dicho ‘no le tengo miedo a las rejas, no le tengo miedo a la cárcel», recuerda la víctima.

«Estuve 25 años casada con él. Yo ya tenía otro hijo anterior y con él tuve dos más. Siempre ha sido una persona conflictiva. La primera vez que quise dejarle, me sacó una navaja y me la clavó en el muslo. Llevábamos tres años juntos. Me dijo que ya me podía esconder debajo de cualquier baldosa, que me iba a encontrar», rememora la mujer preocupada.

«Luego, cuando me quedé embarazada, todo fue a peor. Ahí, me lo tuve que tragar porque soy de familia gitana. Yo le tenía miedo, él me amenazaba, me controlaba en todo momento. Hasta que me sacó del trabajo no paró», se lamenta Marisol.

«Él es celoso, machista, obseso. En aquella época tomaba droga y bebía mucho. Me cerraba en casa y no podía ver a mi familia. Me pegaba paliza tras paliza. Estando embarazada, me pisaba la barriga. Incluso, tuve un aborto. Y, una vez, me dio una paliza cuando mi niña tenía dos meses», explica. El infierno no cesó durante el matrimonio. «Me violaba cuando llegaba a casa. Me sacaba de la cama de mis hijos si estaba durmiendo y me decía que mi lugar era en la cama con él», asegura apesadumbrada.

Violento con los niños

«Con los niños también era muy agresivo. Les insultaba. Uno de ellos tiene fobia a las gallinas y lo castigaba y lo encerraba en el gallinero. Uno de mis hijos tiene una discapacidad y le insultaba y le humillaba», subraya la mujer.

«No podía contarle nada a mi familia. Me he tirado años y años sin ver a mi familia. Me amenazaba también con ellos», agrega.

Hasta que un día, en 2019, le denunció. «Mi hijo me llamó por teléfono y me dijo que su padre le había pegado porque no sabía barrer. Le había golpeado en la cabeza con la correa. Al llegar a casa, discutí con mi marido y él me pegó una paliza de muerte. Mi hijo mayor me acompañó al médico y lo contó todo. Luego, fui a la Policía», comenta la víctima.

«Él no le tiene miedo a nada. Se saltaba las órdenes de alejamiento. Dos días antes de intentar quemar la casa, estuvo cerca de aquí y en la calle de mi hijo», señala. Lo sabe porque saltó el dispositivo de la pulsera telemática que él lleva. «Ya lo estaba planeando», aventura la perjudicada.

La madrugada del 6 de junio de 2023 Marisol hablaba con una amiga por teléfono. «A las dos menos cuarto colgué. Me volvió a sonar el teléfono y era mi hijo mayor. Muy alterado me dijo ‘mamá, mamá, tengo el coche en llamas’. Ese coche se lo compré yo. Mi exmarido me decía ‘te tengo que enterrar a ti y el coche de tu hijo no lo va a disfrutar porque le tengo que prender fuego’. Ya lo vimos claro que había sido él. Son muchos años que lleva diciendo las mismas amenazas», destaca.

«Le dije que iba hacia allí, pero mi hijo mayor me dijo que era muy tarde y que ya estaba la Policía. El pequeño dormía en casa. A los diez minutos escuché dos golpes fuertes. Me extrañó. Me asomé y vi una luz. Abrí la puerta de casa y vi que ardía. Salí gritando ‘fuego, fuego’, cogí la manguera y un vecino me dijo que arriba en la terraza también había fuego. Lo apagué como pude. En seguida vino la Policía. Esa noche me pusieron una patrulla delante de casa. Tuve protección dos meses por ser de riesgo extremo. Estuve dos meses enjaulada», concluye.