El calentamiento global empuja a los viñedos españoles hacia el noroeste y, sorprendentemente, hacia Asturias, una región más conocida por su sidra, que, sin embargo, registra uno de los índices de consumo de vino más elevado de España (9,7 litros per cápita) y que ahora presume de una variedad de uva única: el albarín blanco, la joya de Cangas del Narcea.

"Es una variedad aromática que produce un vino muy parecido al moscatel seco o al riesling", explica Rafael Somonte, enólogo y director técnico de los vinos de Monasterio de Corias, una bodega que ha puesto a Asturias en el mapa mundial vitivinícola.

La uva albarín es de maduración rápida, adquiere grados alcohólicos sin dificultad y crea unos vinos elegantes.

Muy similar al del Valle del Loira

Los vinos producidos en la Denominación de Origen Protegida del Vino de Calidad de Cangas nacen de unas uvas autóctonas que durante décadas se han ido adaptando a su clima, muy similar al del Valle del Loira, y a su suelo.

Somonte elabora en las terrazas que circundan el Monasterio de Corias, un recinto benedictino, hoy Parador Nacional, dos vinos blancos frescos con el albarín: el 'Viña Grandiella', homenaje a la ancestral tradición de plantar unas pocas cepas de uva blanca de gran calidad, en todos los pequeños viñedos familiares y el 'Guilfa' blanco que recibe el nombre en asturiano del viento frío que anuncia la nieve. Fermentado y criado sobre sus lías en las mejores barricas de 'carbayu', roble asturiano, es un vino para disfrutarlo pausadamente que no solo no necesita ser consumido inmediatamente, sino que su calidad mejora en los siguientes cuatro años. 

"Elaboramos unas 30.000 botellas al año porque es una uva de producción escasa", añade Rafael Somonte antes de enfatizar que el consumo de vino tinto está cayendo en picado en España, sobre todo durante los meses de calor, que cada vez son más, cuando la gente pide bebidas más refrescantes.

Los bodegueros se conjuraron este año para denunciar los devastadores efectos del calentamiento global en las vides que obligan a trasladar las zonas de cultivo para garantizar la calidad de las uvas. El cambio climático amenaza con malograr la revolución vinícola que llegó a España gracias a la iniciativa de los riojanos cuando decidieron apostar por la modernización de su rudimentaria industria, volcada hasta entonces en la cantidad de la uva más que en la calidad. El vino mejoró también de la mano de una exitosa gastronomía, hoy reconocida en todo el mundo.

El azúcar de las uvas y el alcohol del vino

El calor excesivo acelera la maduración de las uvas y adelanta la vendimia. La temperatura media subirá 0,5 grados en los próximos 20 años, según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, lo que provocará el aumento del azúcar de las uvas y del alcohol en el vino, reduciendo consecuentemente su acidez y cambiando su sabor.

Adicionalmente, el aumento de las temperaturas ha provocado, ya que países sin tradición vitivinícola por ser demasiado fríos se suban al carro de la producción de grandes vinos. El sur de Inglaterra ya fabrica cinco millones de botellas al año y hasta las casas de champán más prestigiosas de Francia arrancan sus cepas para trasladarlas a terrenos de los condados sureños de Inglaterra en busca de un clima más favorable que el actual de Reims o Borgoña.

"En el Reino Unido están consiguiendo unos vinos espumosos, tipo champán, magníficos" y China, con un potencial de 500 millones de consumidores, "tiene caldos carísimos, bastante interesantes" que todavía "no han llegado" al mercado, pero que seguirán el camino de la dignísima producción de Alemania o Estocolmo, ciudad que en los últimos años disfruta de veranos casi mediterráneos. Por cada grado que suben las temperaturas de promedio, el terreno ideal para el cultivo se traslada 400 kilómetros hacia el norte, avisa Pedro Ballesteros, Master of Wine español.

Viñedos del Monasterio de Corias en la localidad asturiana de Cangas de Narcea. EPC

La solución está en las manos del hombre que cuida su terruño porque el remedio no consiste en cambiar tempranillos por garnachas, "sino en mimar la tierra para producir un vino en el que siempre quedan grabadas las condiciones climáticas de su desarrollo", sostiene Somonte, enólogo y director técnico también de Dominio de Tares, una bodega de El Bierzo cuyos vinos de La Sonrisa de Tares, 100% godello, están de moda y se agotan nada más salir al mercado.