Diario de Mallorca

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Crónica de antaño

La burguesía y la proclamación de la II República en Palma

Proclamación de la República en Palma, siendo alcalde de la ciudad Alexandre Jaume.

No se puede estar de acuerdo con la idea, a veces difundida entre la opinión pública, que en Mallorca no hubo burguesía. Nada más lejos de la realidad. No hay que perder de vista que desde finales del siglo XVIII, Mallorca, y especialmente su capital, contaba con un importante grupo de ilustrados, los cuales se articulaban alrededor de la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País. Gente de mentalidad abierta a las nuevas ideas que recorrían Europa. Es más, según insinúa Valentí Valenciano, los liberales mallorquines, hijos de la Ilustración, fueron de los grupos más dinámicos de España. Por ello, no debe extrañar que en 1812 apareciera en Palma el diario La Aurora Patriótica Mallorquina, medio de expresión de las nuevas ideas que iban configurando la nueva Europa. Estas iniciativas fueron dando sus frutos entre los jóvenes más avispados de la isla. Más de lo que en principio se podría pensar, poco a poco la rígida y vetusta sociedad mallorquina se fue flexibilizando. Evidentemente, no hace falta entretenerse en ello, había gente recelosa a cualquier tipo de cambio, y veía en toda transformación un peligro ante el orden establecido.

A mediados del siglo XIX se introdujo una nueva ideología, una nueva propuesta de organización social que planteaba la ruptura con la sociedad establecida: el socialismo. Recordemos la obra publicada en 1848 de Jerónimo Bibiloni Cristianos-socialistas„en la línea del socialismo utópico europeo„.

De esta manera, y a pesar de las dificultades, la modernidad fue calando progresivamente en la sociedad, especialmente en el ámbito urbano: empresarios, intelectuales y trabajadores. No es exagerado decir que la burguesía mallorquina que se fue conformando a lo largo del siglo XIX, a principios del XX estaba culturalmente„en el sentido amplio de la palabra„al mismo nivel que sus homónimos europeos.

Alexandre Jaume (1879-1936), uno de esos palmesanos de principios del siglo pasado, dejó escrito cómo los jóvenes de su generación con inquietudes intelectuales procuraban vivir un poco al margen de la sociedad heredada: "La pluma y el libro han sido siempre nuestros mejores amigos. Mientras hayamos tenido cuartillas que emborronar y libros que hojear no hemos vivido solos, porque en los momentos de forzoso retraimiento leyendo y escribiendo hemos devorado horas y hemos conseguido sustraernos, aislarnos, de las personas y de las miserias del mundo que nos rodeaba". Al mismo tiempo, el mismo Jaume también recordaba que los mejores años de su vida habían sido los vividos en París (1901-03): "Cuando salía de la biblioteca de Santa Genoveva, después de devorar obras que abrieron nuevos horizontes a mi vida espiritual, solía descansar en algún rincón solitario del delicioso jardín de Luxemburgo". Así pues, no sería inverosímil imaginarnos a cualquiera de esos chicos integrados en cualquiera de aquellas tertulias que se daban en Viena, Londres o París, en las que uno se podía encontrar con Stefan Zweig, Joseph Roth, Romain Rolland€ La existencia de esa cultura explica también lo que pasó en el Terreno„la zona franca de la ciudad por antonomasia„a partir del período de entre guerras, la simbiosis entre la burguesía local y los europeos del norte. Nunca se había estado tan cerca de Europa y de su cultura.

Es necesario recordar estas cosas para intentar imaginar como se vivió en Palma la proclamación de la II República. Unos, los inmovilistas e importantes sectores católicos, la vivieron con auténtico pavor; otros, como la apertura definitiva a la modernidad, a la civilización surgida de la Ilustración; mientras que otros, como un paso más para alcanzar la nueva era del proletariado. Aquel joven, Alexandre Jaume, que estuvo unos años en París, devorador de libros y que podría haber participado en cualquier tertulia de cualquier capital europea, vivió, ya de adulto, la proclamación de la II República desde un mirador privilegiado: como alcalde de su ciudad.

El 12 de abril de 1931, hubo elecciones municipales en España. A diferencia de lo que pasó en muchas capitales de provincia, en Palma ganaron los partidos monárquicos, con una clara mayoría del Partido Liberal de Juan March. José Orlandis cuenta en sus memorias que el resultado electoral en las diferentes capitales de España provocó perplejidad e incertidumbre en Palma. Finalmente, el 14, a primera hora de la tarde, en las pizarras de la plaza de Cort se confirmó la noticia: se había proclamado la República en Barcelona. Las clases se suspendieron y enviaron a los alumnos a casa. Orlandis recordaba que al cruzar el Born "encontramos ya pandillas enarbolando una bandera con la franja inferior de color morado, que pensamos sería la nueva enseña republicana. También comenzamos a oír los compases de la Marsellesa, interpretada una y otra vez por charangas y bandas de música". Una vez más, Francia como telón de fondo.

Delante del Ayuntamiento se había congregado numeroso público para celebrarlo. En el balcón de la Sala, una delegación de republicanos y socialistas, acompañados por una gran ovación, izaron la bandera tricolor de la República. Luego se hicieron varios parlamentos por parte de algunos concejales: Antoni Pou, Ignasi Ferratjans, Josep T. de Rentería, Alexandre Jaume, Francesc Villalonga€ Mientras estaban en el Ayuntamiento llegó la noticia de que Alfonso XIII y el resto de la familia real habían abandonado Madrid. Niceto Alcalá Zamora se había hecho cargo de la presidencia del Gobierno provisional. Se continuó con los parlamentos desde el balcón de Cort. Se oyó una gran ovación. Se estaba izando la bandera mallorquina, mientras Francesc Villalonga„n´Escalades„hacía tocar la campana d´en Figuera, al igual que había sucedido en la proclamación de la I República. A las cuatro de la tarde el republicano federal Francesc Julià se hizo cargo de la presidencia de la Diputación. Desde el balcón proclamó la República e izó la nueva bandera. Más tarde, desde Cort, salió una manifestación que se dirigió hasta el Gobierno Civil. Ya bien entrada la noche llegó de Madrid el nombramiento de Antoni Pou como nuevo gobernador.

El socialista Llorenç Bisbal, fue nombrado alcalde de Palma, aunque no pudo ocupar el cargo por estar gravemente enfermo. Por este motivo, Bisbal llamó a Alexandre Jaume y le dijo: "Le he mandado llamar para que me sustituya usted en esta hora histórica. Mi estado de salud me impide posesionarme de la alcaldía. Es necesaria en estos momentos una gran serenidad para encauzar el entusiasmo popular y evitar posibles y peligrosas desviaciones [€] Hemos de demostrar nuestra capacidad gubernamental". Jaume se involucró de lleno en mantener la serenidad, y sobre todo en impedir que el pánico se apoderase de los sectores más involucionistas. Él mismo cuenta que "cuando al anochecer se organizó una gran manifestación popular[€] Rondas volantes de jóvenes socialistas vigilaron aquellas noches las iglesias y conventos para evitar posibles incendios. Bisbal, guardaba cartas de agradecimiento de Superioras de Conventos".

Aquella noche, muchos, con fuerte emoción, vislumbraron el nacimiento de un mundo que hacía tiempo anhelaban. ¿Quién podía sospechar en aquellos momentos que, cinco años después, ese mundo balbuceante sería arrasado dramáticamente por el miedo, la ignorancia y la barbarie? La burguesía„la que sobrevivió a la Guerra Civil, pues Alexandre Jaume, Emili Darder, Antoni Ques y muchos más no lo consiguieron„, aquella misma burguesía que hundía sus raíces en la Ilustración y que durante más de cien años había depositado ciegamente sus esperanzas en el progreso y la democracia, ahora se vería obligada a emparedar su libertad, junto a sus discos, sus libros y sus recuerdos, en las habitaciones más recónditas de sus hogares.

*Cronista oficial de Palma

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