­­José Luis Valladares alterna su residencia entre Palma y Alcúdia. Jubilado desde hace cinco años, su profesión le llevó a participar de la realización de aeropuertos y grandes infraestructuras a través del despacho de un importante arquitecto mallorquín. Hoy sigue dedicándose a obras magnas: posee una de las colecciones de sellos más completas y valiosas que existen. Algunas de las rarezas que posee son expuestas en ferias filatélicas de prestigio internacional.

—¿Qué puede decirnos de su gran afición? ¿Cuándo comenzó a coleccionar sellos?

—En realidad el coleccionista era mi padre, que inició nuestra colección cuando era joven. Era médico en el ejército y eso le permitió viajar y conocer a mucha gente, también tener contactos y la filatelia era su pasión, a la que se dedicó mucho. Después yo le fui ayudando hasta que en el año 75, más o menos, cuando él falleció, yo la heredé y a partir de entonces la he continuado y, sobre todo, la he organizado.

—¿Se trata de una afición que requiere mucho tiempo?

—Para que se haga una idea, al heredar la colección de mi padre, le dediqué una hora y media diaria para organizarla tal y como ahora la tengo, y eso me llevó 13 años.

—¿En qué consiste la emoción de coleccionar sellos?

—Lo realmente emocionante es la búsqueda de un nuevo sello que incorporar a la colección. En realidad es como una caza que finaliza cuando se guarda la pieza en el álbum, en ese espacio vacío reservado a él. A partir de ese momento, el entusiasmo se desvanece y ya pienso en el siguiente reto.

—¿Cuántos sellos posee?

—Uf, miles, miles y miles. Tengo muchos álbumes y para encontrar el elemento que busco he de consultar un índice de varias páginas, donde se relacionan todos los países del mundo.

—¿Cómo incrementa usted hoy su colección?

—Hoy tenemos una gran herramienta que es internet. Eso nos permite estar en contacto a los coleccionistas entre nosotros, obtener información sobre las piezas y también contrastarla. Ahora bien, los sellos no llegan a través de la pantalla del ordenador, los seguimos intercambiando por correo, con las ventajas y desventajas que eso supone. Hace un tiempo recibí un envío de Bután, país diminuto entre la India y China, que tardó en llegar 93 días.

—¿Su colección tiene rarezas altamente valoradas?

—Tengo muchos sellos especiales, series completas muy, muy antiguas de España, de la época de Isabel II, los primeros de la dictadura franquista. Solo estos pueden estar valorados en 100.000 euros. Pero las estrellas de la colección son unos de Manchuria, unos sellos de los cuales solamente hay cuatro en todo el mundo, y dos de ellos los tengo yo. Su valor es de 400.000 euros. Los guardo en una caja de seguridad.

—¿Los vendería por este precio?

—No. Para nada. De hecho los cedo con frecuencia a exposiciones filatélicas internacionales (recientemente han estado en Berlín), y exijo un seguro que en caso de pérdida o daño de las piezas me garantice la reposición de las mismas, no su valor económico.

— ¿La filatelia y la historia van de la mano?

— Totalmente. De hecho a través de las colecciones y tiradas de sellos se puede seguir la historia de cualquier país. Por ejemplo, en la colección española se puede ver cómo del 36 al 39 hay sellos tanto de la República como del bando nacional. Tengo sellos de un país que no llegó a existir: la República Democrática de Ucrania, que a finales del siglo XIX se alzó contra el último zar de Rusia, pero perdieron y el país no llegó a nacer. Décadas después, cuando sí nació el país, curiosamente se adoptaron los mismos símbolos estatales que 100 años antes. Los sellos nos cuentan la historia de cada país.

—¿Qué hace que un sello valga más que otro?

—Se trata de una ley de oferta y demanda. Cuantos menos sellos hay de una tirada, más valor tienen y al revés. Conforme pasa el tiempo es de suponer que van quedando menos y se van revalorizando. Eso de que son más valiosos los que estan sellados o los que estan nuevos en realidad es menos importante. Lo relevante es la cantidad.

—¿Cree que su hijo o su nieto continuará su afición?

—Mi nieto aún es pequeño, pero confío algún día compartir también esta pasión con él.