Alaró fue una tierra del sector primario. Cultivos de secano, viñedos y ovejas eran y aún son algunos de los protagonistas. El municipio también destacó por la industria del calzado. Incluso el castillo atrae turismo. Pero, ¿y el sector tecnológico?

El I+D+i (investigación, desarrollo e innovación) no es exclusivo de las grandes ciudades. Cuatro ingenieros así lo demuestran. ¿Por qué escogieron esta localidad del Raiguer para trabajar? Porque rehúyen de los parques tecnológicos. "Son peceras. Allí solo piensan en optimizar el espacio y se triplicaba el precio del local", explica Álvaro Pineda, el responsable de la empresa.

Además de la falta de espacio, también hay que sumarle "el estrés de toda la gente y los coches que pasan por el lugar", cosa que no sucede en Alaró.

IC Málaga –así es como se llama esta empresa mallorquina– se dedica a crear circuitos integrados, es decir, microchips capaces de hacer mil y una filigranas. Ellos están especializados en trabajar para maquinaria industrial, sobre todo en láseres y alto voltaje.

En el pueblo no tienen los componentes necesarios para su trabajo. Tampoco encuentran allí clientes, ya que la mayoría los aporta una matriz alemana, llamada IC Haus, con la que comparten la propiedad de IC Málaga.

Los clientes contactan con ellos a través de la empresa germana, de su página web, de la publicidad en revistas especializadas o gracias a su asistencia a ferias y congresos, pero en ningún caso acuden directamente a su oficina. "De hecho, viajo una decena de veces al año a Alemania", apunta Pineda.

Comodidad y tranquilidad

El principal argumento a favor de trabajar en Alaró es la comodidad y la tranquilidad. Pineda y su socio, Ángel Barbancho, ambos andaluces, trasladaron la compañía a Mallorca en 2004 por motivos personales. "Es España es raro encontrarse microempresas alejadas de la ciudad, pero, por ejemplo, en Alemania es de lo más normal", añade Barbancho. Ahora la gente de la panadería o del supermercado nos conoce, aunque no entienden el trabajo que hacemos", bromea el jerezano. Su jefe añade: "De hecho, alguna vez nos hemos planteado montar un stand en la feria del pueblo, junto a la cerámica y la comida, para explicar nuestra tarea".

Junto a ellos, hay otros dos jóvenes ingenieros mallorquines. Joan Cesari, "de Bunyola de toda la vida", dice sentirse un "privilegiado" por desarrollar su actividad laboral en un pueblo. Guillermo Blasco, palmesano, lleva dos semanas en la empresa. Asegura que "en Mallorca hay un gran problema para los ingenieros electrónicos: no hay ofertas de empleo".

Explican que la electrónica de consumo tiene más presencia en la isla, mientras que la rama industrial –más elitista, ya que se dedica en exclusiva a trabajar para empresas, y más creativa– no tiene salidas. Aun así ellos han tenido la suerte de trabajar en su isla de nacimiento.

Ahora también se plantean abrir nuevas líneas de negocio en el ámbito del I+D+i. La intención es crear productos finales y no solo diseñar los microcomponentes internos. Entre sus proyectos, figuran un espejo para los cruces en carretera que advierten de la presencia de conductores, un dispositivo que alerta del paso de un coche a una finca privada u otro que avisa si la mascota se está alejando del hogar. "Cuando hay tormentas siempre ves perros asustados corriendo por el pueblo", comenta Pineda, quien ve aplicaciones prácticas de estas tres ideas en el mismo municipio de Alaró.

Ellos trabajan en un piso normal y corriente, cuyas habitaciones han sido reconvertidas a salas de diseño, laboratorio o testeo. "Nos gustaría dar un aspecto más profesional y trasladarnos a una casa rural donde estemos más cómodos", explica Pineda, quien tiene claro cuál será la ubicación futura de la sede de la compañía: "Poco a poco me he convertido en un enamorado de Alaró, así que nos quedaremos aquí".