Sus trabajos se publican en Italia, República Checa y Japón. Hace poco elaboró un anuncio publicitario de la marca Camper en el que hizo bailar un zapato. El dibujante Fran Bravo reside en Alaró y está preparando una nueva temporada de la serie televisiva Ondino, producida y emitida por la cadena pública italiana RAI. Además, ha creado el cartel para las fiestas de Sant Roc de Alaró, recreando a los gigantes Cabrit y Bassa, a los Dimonis y a Na Marranxa.

—¿Cómo sienta ver un dibujo suyo volando por las portadas de todo el mundo?

—Los dibujos son criaturas, son niños. Por eso su destino es salir algún día de casa. No te aporta nada tenerlos encerrados en una carpeta, deben tener visibilidad. Yo empecé estudiando Bellas Artes en Granada. Luego comencé a presentar proyectos y, sin darme cuenta, tenía más de 30 libros editados y me llamaban amigos para decirme que había visto algún trabajo mío.

—Tiene una niña de tres años y hace poco volvió a ser padre. ¿Es fácil trabajar dibujando en casa con hijos pequeños cerca?

—Lo complicado es decirle a mi hija que papá está trabajando. Ella ve la pantalla y la mesa llena de dibujos y no entiende nada. A veces tengo que dejar de trabajar un rato. Pero creo que el dibujo es fundamental para la educación infantil, como la música, la danza o todo el arte. Como artista, me gustaría que hubiera más arte en las escuelas, porque el sistema actual no se adapta. Por ejemplo, si dejas de dibujar a los 7 años, te quedas siempre con el nivel de 7 años, y abandonas la idea de que se pueden aprender muchas más cosas.

—¿Y el salto del dibujo a la animación?

—Me gustaba la estética y la línea de la Europa del Este y me fui a Praga a estudiar animación. Veo que es algo lógico: a todos nos gusta que nuestras criaturas tengan vida y movimiento, aunque también es cierto que algunas cosas funcionan muy bien solo en papel. Con la informática no me gusta obsesionarme: cada historia pide una herramienta distinta. El ordenador es fantástico para un ilustrador, pero es peligroso, porque te absorbe. Con el lápiz existen pausas naturales. Por ejemplo, para hacer punta o cambiar minas, pero con el ordenador no, no te deja descansar. No puedes parar y revisar. Pero, claro, en la era digital, al final todo ha de digitalizarse.

—¿Cómo es la experiencia de dirigir una serie para televisión?

—Trabajé en Italia en un cortometraje con uno de los grandes de la animación, el realizador italiano Emanuele Luzzati (nominado al Óscar en dos ocasiones) y enganché el proyecto de la serie Ondino, como creador de personajes, director y responsable de arte. Son 26 capítulos de 10 minutos. La han emitido en Italia y se ha vendido a Australia, Noruega y Bulgaria.

—Usted ha realizado un anuncio para Camper sin saber que vive en el mismo pueblo de su sede corporativa.

—Es cierto, no lo sabía. Me lo encargaron cuando vivía en Palma, pero no tenía ni idea de que estaban en Alaró. El trabajo fue muy emocionante. Un sábado me llamaron de una agencia y me dijeron: "Tenemos un zapato que tiene que bailar. Solo tenemos uno y no puedes ensuciarlo ni romperlo. Y el lunes lo tienes que devolver". Le hice 200 fotos y empecé a montarlo todo.

—Y ha tenido tiempo para hacer el cartel de las fiestas de Alaró.

—Cuando llegué tenía claro que quería participar en la vida del pueblo. También es una forma de presentar mi trabajo. Me gustaría organizar talleres de ilustradores, que sirvan como un intercambio entre artistas, porque lo fundamental es la formación. Lo aprendí de Luzzati y Norstein, que tienen más de 80 años y una actitud receptiva para conocer siempre más.

—Ha vivido en Japón. ¿Cuál es su relación con el manga?

—No soy muy aficionado, pero reconozco que hay autores que me llaman la atención. En Japón descubrí que desarrollan cualquier concepto; allí hay autores y trabajos de todo el mundo. Por ejemplo, directores checos o rusos. Luzzati me habló del artista ruso Yuri Norstein, que es el Miguel Ángel de la animación. En Japón encontré obra suya y me quedé fascinado.

—¿Le gusta la industria americana de animación?

—No me gusta Disney, pero hay mucho talento. De joven era más radical en contra, pero ahora reconozco que lo hacen muy bien y han generado una industria europea, aunque no podemos competir con las majors. Quizás cuando los cines sean digitales se reducirá la inversión necesaria y podremos competir. Ahora la tendencia es convertirse en productor. Por ejemplo, ahora elaboro con mi hermano un método educativo protagonizado por un conjunto musical y que se verá en múltiples soportes: televisión, aplicaciones para tabletas, eventos y otro.

—¿Se necesita más imaginación para vivir del dibujo o para dibujar?

—El problema es que en España cada día has de demostrar lo que sabes hacer. No es como en Estados Unidos, que subes peldaños. Aquí, hoy trabajas para Camper o Sony y mañana nadie se acuerda de ti. Y eso que ahora tenemos más escuelas y más industria audiovisual, y puedes sentirte de alguna manera un profesional del dibujo.

—¿Tiene un estilo único o depende del encargo?

—Eso me ha dado problemas, porque las editoriales ven mi book y me dicen: "¿Pero cuál es tu estilo?" Es decir, que me invitan a tener un único estilo, y yo siempre me he negado. Me siento más libre cambiando. Podría haber hecho más libros con un solo estilo definido, pero me habría divertido menos.