La primera verbena de las fiestas de Sant Roc se celebró en la madrugada del sábado sin las aglomeraciones de otros años. A pesar de esta menor afluencia y de que no hubo retenciones de vehículos en la vía principal de acceso -la carretera Consell-Alaró- a la 1,30 horas el alcalde ordenó que se cerrara y que únicamente se permitiera el paso a los residentes en la localidad. Esta restricción se prolongó hasta las 3 de la noche, cuando se levantó el control policial situado junto a la gasolinera de la avenida de la Constitución.

En la noche del sábado se celebraban las cenas de vecinos en muchas calles, pero, a pesar de ello, existía un circuito abierto que permitía a los vehículos la entrada y salida del casco urbano. Este circuito es el mismo que en años anteriores y también se aplica durante las verbenas de ayer y hoy. La novedad de este año ha sido que, en previsión de la llegada de muchos visitantes, desde el consistorio se ha optado por no promocionar la verbena y enviar mensajes de que el pueblo estaría totalmente cerrado.

Antes de la medianoche los controles policiales cerraron los accesos de la carretera de Lloseta y Orient, y obligaron a los conductores a desviarse si no aseguraban que eran residentes.

Al comenzar la verbena -pasada la una- fue cuando aumentó la llegada de jóvenes visitantes. En ese instante, el alcalde decidió aplicar el plan previsto para el caso de avalancha y bloqueo de calles, y ordenó cerrar el acceso a los no residentes.

El alcalde, Joan Simonet, asegura que decidió cerrar la carretera porque a esa hora "empezamos a recibir algunas llamadas de vecinos que se quejaban porque había un coche frente a su vado, y la policía me informó que había muchos coches mal aparcados en algunas calles". Simonet reconoce que la afluencia de visitantes no había sido masiva hasta ese momento: "Había colas de 4 ó 5 coches en la entrada principal", pero que tomó la decisión "porque en algunas calles de las Cases Noves aún había vecinos cenando y se podían provocar problemas de tráfico".

La Policía detenía los vehículos y si no reconocía a los ocupantes les preguntaba en qué calle y número vivían. Según la respuesta, permitía el paso o les hacía dar media vuelta. También prohibió a los jóvenes que accedían a pie que llevaran botellas de cristal.