"Los carboneros y madereros de Mallorca hemos sido y somos ecologistas sin saber que existía esa palabra", sentencia de forma contundente Pep Oliver Ripoll. Se trata de la tercera generación de madereros de los Bajoquet, nombre genérico que recibe su familia en Selva. Pep es un hombre enamorado del monte. Se emociona cuando camina por una pista forestal y hoy lamenta cómo está el bosque.

El primero que se dedicó a la madera en su familia fue su abuelo Pep Oliver Reynés. Fundó la empresa familiar en 1850 y desde entonces no ha dejado nunca de trabajar. Su padre, Paco Oliver Morro, se dedicó más al comercio de leña y carbón. Pep Oliver Ripoll fusionó el trabajo de ambos en lo que es hoy el aserradero Bajoquet, al frente del cual siguen Paco y Cati, sus dos hijos.

Sus recuerdos son historia viva de una forma de vivir mallorquina. Son el palpitar de muchos corazones de la Serra de Tramuntana, de anhelos de hombres y mujeres que han vivido de los montes y que con su buen hacer los preservaron para las nuevas generaciones.

Si hace sesenta años había más de un centenar de aserraderos y carbonerías en Mallorca hoy sólo quedan tres empresas dedicadas a la transformación de la madera. Una de ellas se encuentra en Inca y es también histórica: la de l´amo en Pere Just; otra es la de Pep Bajoquet, en Selva, y la última se ubica en un polígono de Palma.

Contrastes

Esta situación de industria residual es chocante pues, como explica Pep Oliver, "los bosques de Mallorca están plagados de pinos hasta el punto de convertirlos en verdaderos polvorines. Hoy hay un elevado riesgo de incendio, porque muchos montes están desatendidos, llenos de madera y maleza". Si no hubiera salida para la madera mallorquina, sería algo comprensible, pero, como explica Oliver, "en todo el levante español se está importando madera de Francia y Portugal para construir cajas de transporte de fruta y verdura". Y lo que es más preocupante "se han dado casos de tener que traer barcos a Mallorca para abastecer la demanda local; madera que aquí tenemos y no usamos", indica el veterano leñador.

Oliver rememora: "El año 1961 se produjo un incendio forestal que recuerdo con gran tristeza. Me impresionó muchísimo. Fue en Formentor. El pinar ardió como la tea y gracias a la intervención del destacamento militar de Cap de Pinar se logró salvar la franja próxima al histórico hotel". El profesional prosigue contando que hace unos días visitó el lugar y se llevó una preocupante impresión. "Han pasado cincuenta años de aquella hecatombe que despobló el monte y está otra vez lleno de pinos y maleza. Ahora mismo está como hace cincuenta años, a punto para que una llama cause una desgracia".

Montes públicos

Puede parecer una opinión alarmista pero Oliver quiso refrendar sus palabras con pruebas y gentilmente mostró a DIARIO de MALLORCA varios ejemplos de montes públicos con abundancia de madera muerta y maleza. El Puig de Sant Martí y la Victòria, en Alcúdia; la comuna de Caimari; Menut y Binifaldó, en Escorca, fueron los lugares visitados y en los que se aprecia que existe una gran abundancia de materia vegetal que impide el paso en muchos lugares y que incluso los caminos han sido invadidos.

Oliver opina que "existe el convencimiento por parte de sectores de la opinión pública de que la ecología es permitir a la naturaleza crecer a sus anchas. Yo creo que controlarla sin alterar el ecosistema es también ecología. Nuestros montes son un entorno intervenido desde hace siglos, no son selvas, y si no los cuidamos podemos tener muchos problemas".

La mejor razón para defender las palabras de este veterano trabajador de la montaña es su propia vida. "Nosotros, los madereros y carboneros de la Serra de Tramuntana, siempre hemos vivido de ella y ahí están los frondosos bosques de pinos y encinas para demostrar que lo hemos hecho bien; para que la Unesco reconozca que merecen ser Patrimonio Mundial", insiste. Tan convencido está de su tesis que no duda en asegurar que "en Mallorca sobran la mitad de los pinos que hay en el monte".

El maderero tiene también palabras de crítica constructiva. "El Govern tiene herramientas y gente para hacer una gran gestión de los montes, pero no la hace. Ibanat trabaja de forma que limpia las proximidades de carreras y caminos. No entra en profundidad en los montes. Eso provoca que cuando hay un incendio tienen que esperarlo en la carretera para atajarlo, porque no hay quien se aventure dentro de la montaña; sencillamente no pueden pasar", sostiene.

Soluciones

En gran medida la situación que describe Oliver está motivada por la pérdida de algunas prácticas ancestrales que aún hoy serían de aplicación y podrían, incluso, generar ingresos a la Administración. Ya no hay mercado para el carbón porque no hay cocinas económicas pero sí existe cierta demanda de madera de pino que empresas privadas canalizarían.

Hay industrias locales que producen biomasa con las ramas. Se trata de materia triturada que industrias como la fábrica de cemento de Lloseta están usando como combustible. Con la madera, se pueden nutrir empresas de carpintería y fabricar envases para exportación.

Ocurre que antiguamente la Diputación y los ayuntamientos subastaban los montes para el aprovechamiento de la madera. Cada año se marcaban los pinos que podían ser talados y se cobraban. En la actualidad se está pagando entre 10 y 12 euros por metro cúbico de pino sin talar.

Oliver explica que "un pino de cierto tamaño supera fácilmente el metro cúbico de madera útil por lo que no es aventurado decir que se podría obtener una media de 10 euros por árbol para la propiedad; en este caso para la Comunidad autónoma o para el Ayuntamiento. El maderero recuerda que "por ejemplo, en el Puig de Sant Martí, el ayuntamiento de Alcúdia sacaba a subasta 500 pinos cada año, y en la Victòria unos 700". Agrega que "hace años que no lo hace y deja de ingresar unos 12.000 euros en sus arcas".

Efectuando estas subastas las administraciones conseguían también que se limpiara de maleza amplias zonas. Se reducía el riesgo de incendio pues, con el arrastre, se eliminaba maleza seca dejando brotar nueva vegetación. Esta constituía a su vez alimento para la caza y el ganado. Oliver cree que es posible recuperar esta industria sostenible.