Con paso firme y rápido, mentón alzado, mirada al frente y la cruz al aire dirigida hacia Satanás. La Beata recorrió así las calles de Santa Margalida durante la procesión de anoche. Caminó impasible ante las molestias diabólicas, segura de sí misma por más demonios que le salieran al paso. Ninguno pudo con ella por más cántaros que le rompiera el Dimoni Gran a sus pies. Así fue, un año más, la representación de la historia de Santa Catalina Thomàs, reencarnada ayer en el cuerpo de la jovencísima Francisca Oliver Fornés. A sus 18 años, la margalidana vistió el hábito de monja agustina y la corona de flores blancas en señal de su pureza espiritual.

El acto se inició tras el repicar de las campanas de la iglesia y la suelta de fuegos artificiales. Tenía que ser a las nueve en punto, pero comenzó diecisiete minutos tarde por el retraso en la llegada del presidente del Govern, José Ramón Bauzá. Tras los cohetes, salieron los demonios corriendo por las calles de la Vila. Armaron jaleo con palos y cencerros para avisar de que iban a dar guerra durante toda la noche.

Ya con el cielo oscuro y el bochorno estival, se inició la denominada procesión más típica de Mallorca con una masiva asistencia de público. Además de los espectadores, más de dos mil personas tomaron parte activa en el desfile entre payeses, miembros de las carrozas, músicos y demonios.

Los payeses, portadores de las piezas de cerámica, fueron asaltados por los diferentes demonios, que cometieron sus fechorías con la cara descubierta y entre visibles carcajadas. Los más cobardes atacaron a los niños pequeños, pero otros diablos se atrevieron con los de su talla. Los forcejeos no siempre acabaron con éxito para los malignos: alguna payesa se resistió con todas sus fuerzas sin llegar a ceder la vasija; otras, más astutas, salieron corriendo antes de ser avasalladas. Los demonios que consiguieron robar las cerámicas fueron debidamente ovacionados.

Una vida en doce carrozas

En el desfile aparecieron abriendo paso once de las doce carrozas que representaron la vida de la única santa originaria de Mallorca. Cada una estuvo dedicada a una de las diferentes etapas de la vida de Sor Tomasseta, comenzando por su infancia. Y en cada una presidía la escena una Beata, todas ellas serenas y centradas en su papel.

Una de las carrozas más espectaculares por su belleza fue la de Flor de Mallorca. Estuvo completamente engalanada de flores blancas –claveles y gladiolos– que los habitantes de Santa Margalida entregaron en ofrenda. Tras las once imágenes, llegó el gran momento: la aparición de la Beata. Junto a ella estuvo el Dimoni Gran, liderando las fechorías. Pero después de rodearla, acosarla y estrellar jarras y jarras a sus pies, el diablo no consiguió martirizar a la Beata. Y un año más Santa Catalina Thomàs venció la tentación.

En las caras de la gente se pudo observar la emoción ante el avance de la santa. Otros seguían balanceándose al son de la música que interpretaron diferentes bandas y colles de xeremiers. Al paso de la procesión sonó la música de Sor Tomasseta, on sou? Ja vos podeu amagar, perquè el dimoni vos cerca; dins un pou vos vol tirar. Esta melodía acompañó de fondo a la comitiva por todo el recorrido de la Vila. Los payeses más animados cantaron la estrofa una y otra vez.

Con la duodécima carroza, la de la Glorificación, acabó el desfile. La Beata resistió, ganándose así su condición de santa.