Para unos es una forma de expresar el arte con la naturaleza. Otros lo definen como el saber cuidar un árbol dentro de una maceta. Etimológicamente, no es más que la naturaleza en una bandeja. Los bonsáis son esos arbolitos diminutos de cientos de años y bellísimas formas. Cualquiera que hable con un cuidador de bonsáis, se sorprenderá al oírles glosar las maravillas de sus criaturas. Esta tradición, nacida en Asia, llegó a Mallorca hace cuatro décadas de la mano de Toni Bauçà. Este solleric, pionero en la materia, se encargó de crear un caldo de cultivo que eclosionó hace 25 años y tomó forma en la Sociedad Bonsái Balear.

Fue tras una exposición organizada por Bauçà y su mujer, Margalida Llinàs, en 1986. El revuelo que armó hizo que, meses más tarde la asociación contara ya con un centenar largo de miembros.

"Esa exposición en Palma sigue siendo nuestro gran evento", explica el secretario de la sociedad, Tolo Deyà. Pero no es la única actividad que hacen. La agrupación es para ellos un punto de encuentro entre expertos y novatos, unos que aconsejan y otros que escuchan con atención. Se reúnen semanalmente en el Pont d´Inca (Marratxí) para ayudarse mutuamente en el cuidado de los arbolitos.

Para los amantes de los bonsáis, la muerte de un ejemplar resulta frustrante. "Los fracasos son malos de tragar. A mí el año pasado se me murieron unos veinte árboles", apunta Deyà. Y con lo caros que son, no está el patio como para perder tantos bonsáis. Uno de sus secretos son los productos fitosanitarios, que les ayudan a conservar la madera, prevenir o curar enfermedades o fortalecerlos a la hora del crecimiento.

La simbiosis hombre-árbol

Pero la clave para la formación de un buen bonsái, según comentan los miembros de la sociedad es el diseño. No importa tanto el número de ramas o el tamaño si la estructura y la forma de las ramas y tallos es la adecuada. "Han de dar profundidad al árbol, ir hacia todas partes y a todas las alturas", añade el secretario.

Para ello disponen de las más variopintas herramientas, la mayoría de ellas idénticas a las de un jardinero, pero de tamaño liliputiense. Además, utilizan hierros alrededor de las ramas a modo de guías. Han de estar firmes, pero sin dejar marca. "Es la manera más rápida de darles forma, aunque también se puede hacer mediante la poda", comenta Jorge Sánchez, que lleva tres años en la asociación.

Tener un árbol del tamaño de un niño no deja de ser curioso, pero manipularlo al antojo del cuidador es aún más llamativo. Y el resultado final es, a menudo, espléndido. Los miembros de la sociedad destacan la belleza de los bonsáis y la paz interior que les transmite observarlos. Y pueden estar horas mirándolos.

"Un bonsái depende de la persona que lo cuida. Refleja su espíritu y su dedicación. Nosotros hacemos el árbol", afirma Tolo Deyà. Toni Bauçà también incluye la inteligencia de la planta como un factor activo: "Si tú le haces un desastre a un árbol, él mismo intentará compensarlo". Más que cuidadores de arbolitos, son artistas que esculpen seres vivos en miniatura.

Potenciar las especies de aquí

Para ayudar a esta simbiosis, uno de los objetivos fundacionales de la Sociedad Bonsái Balear era "impulsar y divulgar las especies de árboles y arbustos de la flora balear". Muchas de sus obras de arte han nacido a partir de ramas o ejemplares que ya estaban en los bosques de la isla.

"Yo tenía claro que si teníamos que hacer algo con bonsáis, había de ser con lo que teníamos aquí", apunta Bauçà. Y así fue. Ahora uno de los mejores ejemplos, y del que se sienten más orgulloso, es el olivo. Mediterráneo y característico de la Serra de Tramuntana. El olmo, el acebuche, la higuera o la encina son otras de las variedades en que se han especializado. Actualmente los olivos bonsái son unos de los mejor valorados por los expertos gracias a la belleza del tronco. En el mercado alcanzan precios muy elevados en función a su antigüedad. "Sale muy caro comprarlos, pero venderlos es un gran negocio", dice Deyà, aunque reconoce que antes de ofrecer un ejemplar ha de cultivarse durante unos años para que coja la forma deseada y se revalorice.

En la agrupación hay tres miembros que lo saben bien, ya que han obtenido premios a nivel nacional. Uno de ellos es Carlos Huerta, quien detalla que "cada vez hay más afición y más nivel, y eso lo reconocen los propios japoneses cuando vienen aquí". Él recuerda la figura de Felipe González como uno de los que potenciaron los bonsáis en España y explica que la mayoría de gente se anima cuando le regalan el primero. Curiosamente, en la sociedad hay muchos más hombres que mujeres. Pero lo que todos valoran por igual es la belleza del árbol. Esa que les cautiva y que les mantiene horas y horas mirándolos o recortándoles ramas y tallos.