Tras once años como director de la factoría de cementos Cemex España en Lloseta, Ignacio Miranda (Bilbao, 1954), Iñaki para los amigos, ha pasado a la situación de jubilado. Amigos y compañeros le organizaron una despedida, a la que acudieron el vicepresidente del Consell y alcalde de Selva, además de los alcaldes de Alaró y de Lloseta.

—Trabajó de joven en el colegio de Minas de Bilbao y hasta de descargador de bacaladeros.

­—Aquello era muy duro. Preferí estudiar que trabajar. En la Universidad de Navarra me licencié en Ingeniería Industrial. Tras el servicio militar, mi primer trabajo relacionado con la fabricación de cementos fue en Sevilla, en Cementos Atlántico, una compañía portuguesa. De allí pasé a Tarragona, estuve un año en Filipinas, otro en Rumanía y varios meses en Rusia. Todo ello debido a distintas fusiones y compras de compañías cementeras. Cementos Atlántico y Portland de Mallorca (inaugurada en 1966), fueron adquiridos por Cementos del Mar, poco después pasaron a Valenciana de Cementos hasta que llegó Cemex, que adquirió todas la fábricas. Cementos Mexicanos, desde España, inició su expansión por todo el mundo.

—Fue testigo de la evolución cementera española.

—Efectivamente. Aquellas primeras fábricas contaminaban kilómetros a la redonda. Muchas de ellas tuvieron que cerrar y ser desmontadas. La exigencia de más calidad de vida y las nuevas tecnologías han hecho que la fabricación de cemento no sea tan molestosa para el vecindario. Queda mucho por hacer, pero se ha avanzado mucho. Por ejemplo, se han gastado en la fábrica de Lloseta ocho millones de euros en medidas medioambientales que han hecho disminuir el consumo de agua, ruido ambiental, polvo, impacto visual... Se construirán dos naves para que ningún material esté a la intemperie. Hicimos un convenio con los vecinos en el que nos comprometimos a mejorar el medio ambiente en los alrededores.

—Hablemos del consumo.

—Tenemos dos puntos negros: EEUU y España, este último debido a la burbuja inmobiliaria. Cemex, en el resto del mundo, apenas tiene dificultades. El consumo en la cuenca mediterránea ha sido siempre cinco o seis veces superior a la media europea. En España se consumían unos 1.500 kilos de cemento por habitante, ahora unos 400.

—¿Cómo se combate la actual crisis desde Cemex en Lloseta?

—En dos aspectos. Por una parte se exporta cemento a Italia. Llevamos exportadas 50.000 toneladas. En el 2011 solamente hemos mantenido parado el horno grande durante dos meses. En el próximo año se tiene previsto no parar. Tenemos que afirmar que el cemento fabricado en Lloseta es de mucha calidad. Y, en segundo lugar, también hemos cambiado el sistema de proceso, hemos optimizado gastos y hemos realizado un 30% de jubilaciones anticipadas sin ningún despido. En cuanto a la energía para la fabricación, estamos llegando a consumir un 50% de biomasa, el resto es carbón. El fuel solamente se emplea para los encendidos del horno. En cuanto al consumo eléctrico, superamos el millón y medio de euros, aspecto que beneficia a las arcas del Ayuntamiento de Lloseta.

—¿La crisis les ha producido impagados?

—Sí, y de muy buenas empresas. Llegarán a pagar cuando ellos cobren de la administración pública.

—¿Ve el final de la crisis?

—No soy adivino, pero si hacemos las cosas bien puede que dentro de dos o tres años.

—¿Seguirá viviendo en Mallorca?

—Por supuesto que sí y muchos paseos por la part forana que haré.