“Tenemos que amar mucho a la piedra. Sentirla. No la podemos maltratar, hay que hacerle su juego. La piedra de Santanyí tiene tanta personalidad propia que no la puedes prostituir. Es una piedra noble, ella misma lo dice y está demostrado”. Es la opinión de Sebastià Caldentey, que transmite una gran pasión al ser preguntado por tan indiscutible símbolo emblemático, protagonista en la Seu, castillos de Bellver y de Nápoles, la Llonja y múltiples otros edificios singulares de Barcelona, Perpignan, Valencia, etc, especialmente de la vieja corona catalanoaragonesa.

Caldentey define la piedra de Santanyí recitando unos versos del poema Sa pedra i sa gúbia de Tomàs Aguiló que afirman: “Som de bona calidat. Bé es coneix que res me manca. Tenc es gra menut i fi. Jo som llisa i forta i blanca. Som pedra de Santanyí”.

La piedra de Santanyí ha tenido a lo largo de la historia sus altibajos. Momentos de esplendor y de decadencia. En estos momentos sufre las consecuencias del parón del sector de la construcción. La crisis, también pasa factura a las empresas en forma de reducción de plantillas de trabajadores y menos ganancias.

Caldentey reconoce: “Hay negocios más rentables que hacer piedra de Santanyí. En mi opinión, cuando solo sea para ornamentación clásica, decoración, tendrá su valor. Es cálida, acogedora, para hacer cosas buenas. Se debe tratar con la dulzura que ella pide. No se ve que vaya a acabarse. Lo que se acaba es gente con coraje. El espíritu creativo, clave”.

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