La célebre finca de Raixa (Bunyola) está de aniversario, aunque poca gente lo sepa. Este mes, se cumplen 10 años desde que pasó a manos públicas después de unas negociaciones rocambolescas en las que tuvieron especial protagonismo el por aquel entonces ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, y la ex presidenta del Consell de Mallorca Maria Antònia Munar.

En este tiempo, la possessió ha vivido un poco de todo. Desde la euforia inicial por ganar para la ciudadanía un terreno de 550.000 metros cuadrados, entre los que destacan sus jardines de tipo renacentista y una imponente mansión de tres pisos de altura, hasta la indefinición política de años posteriores, que amenazó con dejar degradarse a la emblemática finca. Y, entre medias, anuncios de inversiones que no llegaban, muchas fotos oficiales e intentos de abrir la finca al público.

Cerrado por obras

De momento, Raixa no puede celebrar la efeméride en todo su esplendor. Está en obras, como habrán podido comprobar todos los visitantes que se hayan acercado hasta allí desde finales del pasado mes de noviembre. ¿El motivo? La reforma para crear un centro de interpretación sobre la Serra de Tramuntana y la propia possessió. Unas obras que impiden disfrutar por el momento del patrimonio arquitectónico de Raixa, tal y como se encarga de indicar un letrero que cierra el paso al visitante.

Se trata de un proyecto que contribuirá a definir el futuro de Raixa, que ya ha experimentado distintas fases a lo largo de su historia. Fases mejores y peores, como es lógico en una propiedad que tiene detrás una larga historia de siglos que se remontan a época musulmana.

Tras la Conquesta, los propietarios fueron nombres de alcurnia como el Conde de Empúries, los Sant Martí o los Zaforteza. Pero si hay una persona que dejó su huella en la possessió fue el cardenal Despuig, quien se afanó para convertir una finca tradicional mallorquina en una villa de tipo italiano. Él murió sin ver concluidas las obras, pero su empeño dejó para la posteridad los jardines renacentistas que constituyen una de las principales señas de identidad de la finca.

En la Mallorca agraria de aquel entonces, Raixa exhibió su músculo productivo. Tenía terrenos de gran fertilidad. Productivas extensiones de olivares, algarrobos y almendros. Una nutrida plantilla: cocineros, cochero, criadas... Como tantas otras possessions, su estrella como motor productivo empezó a declinar con la irrupción del turismo. El campo perdía fuelle frente a la industria del visitante.

Fue en aquellos años cuando empezaron las primeras noticias de intentos de venta. Hubo jeques árabes interesados. Y lo intentaría además el empresario australiano, ya fallecido, Christopher Skasse.

También entonces empezaron los primeros movimientos de las instituciones para adquirir el terreno.

Llegó 2001 y, finalmente, parecía que había una oferta de compra definitiva. Era la de la diseñadora alemana Jil Sander. El montante, 8,4 millones. Sin embargo, el Consell de Mallorca ejerció su derecho de tanteo y retracto, y con la ayuda del ministerio de Medio Ambiente (que aportó seis millones) igualó esa oferta, formalizando la compra a principios de 2002. Raixa pasaba a manos públicas, pero dejaba unos cuantos interrogantes: ¿por qué Matas cuando presidía el Govern en 1997 no hizo efectiva la compra cuando entonces hubiera costado unos cinco millones de euros? Pero, sobre todo, ¿qué se haría en la finca? En un primer momento, se dijo que sería la sede de la Fundación Parques Naturales. Matas y Munar hablaron también de que sería un "lugar de recepción y acogida de personalidades ilustres". Ya en época del Gobierno Rodríguez Zapatero, se lanzó la idea de convertir Raixa en sede permanente de la Alianza de las Civilizaciones y de un Observatorio Euromediterráneo. Ninguna de estas ideas fructificaría. Tras una inversión en la rehabilitación de más de 10 millones de euros, la inauguración oficial fue el 4 de septiembre de 2007. Una jornada en la que se destacó que Raixa sería un centro medioambiental de "referencia".

Pasó el tiempo y la amenaza del olvido se cernió sobre la finca. Como informó este diario en mayo de 2009, la propiedad seguía cerrada al público y la degradación amenazaba el patrimonio arquitectónico.

No fue hasta septiembre de ese mismo año cuando Raixa empezó a abrir definitivamente sus puertas al público. Aunque, a falta de la conclusión de las labores de reforma, todavía no se ha podido mostrar en todo su esplendor.