Joan Gomila es toda una institución en Can Picafort. Ha trabajado como guarda jurado, cartero, vigilante y otros oficios. En 1973 entró a formar parte de la policía local de Santa Margalida. Tras jubilarse, el ayuntamiento le dedicó una calle en el barrio de Son Bauló, donde había trabajado gran parte de su vida.

–¿Cómo vivió su niñez en es Migjorn, en Menorca?

–Mi infancia era feliz hasta que a los siete años murió mi madre y tuve que ponerme a trabajar para ayudar en casa. Me dedicaba a las faenas del campo. Era un buen payés, trabajaba de día y de noche. Asistí poco tiempo a la escuela pero por la noche, si no estaba muy cansado, cogía los libros.

–¿Eran muchos hermanos?

–En total éramos nueve hermanos, cinco niños y cuatro niñas, de dos madres diferentes ya que mi padre se casó dos veces más al enviudar. Yo era el mayor y siempre trabajamos en tierra propia. Tuve dos madrastras y de las dos guardo muy buen recuerdo, se portaban muy bien conmigo y me trataban como si fuera su hijo.

­­–¿Cuándo llegó a Mallorca?

–Cuando tenía unos treinta y cinco años, debía ser 1950. Vine a visitar a mi hermano Nicolau, que vivía en Muro con su familia. Me ofreció trabajar en la finca de Son Bauló, en Can Picafort, que era de la familia March-Ques. Querían lograr una producción vacuna y lechera similar a la de Menorca y pensaron que yo sería la persona idónea. Pero el terreno era de baja calidad y resultaba imposible conseguir buenos resultados. De todas formas me quede a trabajar allí de guarda jurado o garriguer, como se decía entonces. Me dieron una carabina y cuidaba la finca con su rebaño de ovejas.

–¿Tuvo algún problema?

–Al principio los cazadores y buscadores de setas y caracoles no creían que en Son Bauló hubiese un guarda jurado, pero una noche a las dos de la madrugada atrapé a un cazador de erizos y le advertí de que podía cazar pero sin molestar a las ovejas. Él se encargó de pregonar por el pueblo de Santa Margalida que en Son Bauló había un guarda con carabina, y que no tenía sueño.

–¿Cómo entró de Policía Local?

–Me llamó Joan Fornés, Manento, que era el teniente de alcalde de Pere Cifre. Necesitaban gente para el Ayuntamiento. Me ofrecieron una plaza de policía y me quedé fijo en el puesto. Después, Joan Fornés fue designado alcalde hasta que se celebraron las primeras elecciones democráticas. En estas fechas se inauguró la sala de fiestas Al rojo vivo y los sábados y domingos yo me encargaba de la vigilancia de esta zona. Me hice amigo de todos los jóvenes. Nunca me dieron problemas. Me invitaban a beber o a fumar pero yo rehusaba.

–¿Le parece diferente la juventud actual?

-Prefieren pasear y gastar que ahorrar. Hace tiempo dije: "Vamos camino a la miseria", y por desgracia se ha confirmado.

–Dedicar una calle es un reconocimiento muy importante, ¿por qué se la dedicaron a usted?

–Porque el primer consistorio de la democracia consideró, cuando me jubilé, que había hecho las cosas muy bien y que merecía un premio. Me dedicaron una calle, Carrer Joan Gomila ´es Maonés´, en la parte de Son Bauló, el lugar que yo más quería y donde había trabajado tanto tiempo. Además, me regalaron un juego de café y una moto. Pedí que me cambiaran la moto por una bicicleta y así lo hicieron.