La localidad de Santa Eugènia alberga el único cementerio exclusivo para la comunidad judía que existe en las Illes Balears, y uno de los pocos que pueden visitarse en toda la geografía española.

El cementerio de Santa Eugènia fue autorizado el 9 de julio de 1975, por lo que este mismo mes ha cumplido los 38 años de existencia. David Kaisin, de la comunidad judía de Balears, acompaña a Diario de Mallorca a girar una visita al camposanto para conocer los detalles y las curiosidades que se esconden entre sus muros y acercar a los lectores los entresijos y creencias de una de la religión monoteísta más antiguas de la humanidad, incluso más que la cristiana, con la cual tiene en común el concepto de Dios y el Antiguo Testamento.

La construcción del cementerio fue posible gracias a la colaboración de la comunidad judía que existía en Mallorca, principalmente de nacionalidad inglesa, alemana y francesa. Para entrar en el camposanto es obligatorio, en señal de respeto y humildad ante Dios, colocarse la tradicional ´kipá´ (cúpula, parte superior, en su significado hebreo), una pequeña gorra ritual empleada para cubrir parcialmente la cabeza, usada tradicionalmente por los varones judíos, que deben colocársela antes de entrar a determinados lugares sagrados como los cementerios o las sinagogas.

En primer lugar, visitamos la pequeña capilla del recinto, donde se efectúan los actos religiosos en memoria del difunto, el cual entra por una puerta y se coloca en el centro de la misma. Se leen los Salmos pertinentes y una vez finalizado el acto, los mismos parientes transportan el féretro, que no lleva ningún adorno. Siempre se deja un hueco de contacto entre el difunto y la tierra para cumplir con la máxima de que "polvo somos y polvo volveremos". Antes de ser enterrado, el cuerpo del difunto debe ser lavado y amortajado para purificarlo.

Una vez finalizado el servicio religioso, el ataúd es trasladado ante su sepultura, y como marca la tradición, una vez colocado en la tumba, los familiares son los encargados de echar la tierra sobre el féretro. Se suelen tirar hasta tres paladas por cada uno de los familiares asistentes al acto.

Colocación de la lápida

Otra de las características que diferencian el cementerio de la religión hebrea del camposanto cristiano es la lápida, que en este caso no se coloca en el momento del entierro, sino que se inaugura un mes después ya que durante este tiempo la familia está de luto. El día del entierro los familiares del difunto ofrecen un refrigerio a las amistades y parientes. Según la tradición, la simplicidad predomina en los entierros. Prácticamente todas las tumbas son iguales, sin artificios, porque existe la creencia de que las sepulturas deben estar muy relacionadas con la tierra que las alberga.

Por otra parte, en el cementerio judío de Santa Eugènia no existe la parafernalia de flores y coronas que hay en los entierros cristianos. Tampoco se cumple la tradición de visitar un día concreto a los familiares enterrados como ocurre con los cementerios cristianos en la festividad de Tots Sants.

En numerosas tumbas se pueden observar montones de piedras encima de ellas. Es una tradición de la religión hebrea. Las piedras equivalen a las flores y se colocan sobre las tumbas porque en la antigüedad se colocaban rocas directamente encima del cuerpo amortajado.

Otra de las características es que no existen nichos y que las tumbas son individuales. Tampoco se ven grandes mausoleos, únicamente lápidas a ras de tierra con el nombre del difunto.

Una de las curiosidades escondidas tras los muros del camposanto judío es la de un matrimonio cuyas tumbas están separadas del resto de las sepulturas por unos setos y las lápidas apenas se ven desde el exterior.

Según explica David Kaisin, todos los entierros deben efectuarse normalmente cuando han transcurrido veinticuatro horas del fallecimiento y está prohibido realizarlos en sábado, día de descanso para los que profesan esta religión. En caso de producirse algún entierro en domingo, se debe pagar una cantidad extra a los operarios, que por otra parte nunca han puesto ningún inconveniente. "Todo lo contrario, siempre han facilitado la labor", señala Kaisin.

Por su parte, así como en la comunidad cristiana se puede visitar el camposanto cualquier día durante todo el año, por motivos de festividad del calendario judío está prohibida la entrada al cementerio en determinados días del año.

En el camposanto de Santa Eugènia existe la tumba de un matrimonio de la religión bahá´í que está completamente separada del resto. A pesar de que esta creencia no está relacionada con la judía, existe una simpatía entre ambas religiones, teniendo la comunidad bahá´í uno de sus templos en Haifa (Israel), y el símbolo es una estrella de nueve puntas como la que figuran es estas sepulturas del cementerio de Mallorca.

Antes de finalizar la visita al camposanto judío de Santa Eugènia, y según su tradición, hay que lavarse las manos en una pila específica porque existe la creencia de que se ha visitado un lugar con impurezas. Según apunta David Kaisin, el apellido Cohen, que significa ´sacerdote´ en hebreo, es decir, persona pura, no puede entrar en el cementerio.

La visita al cementerio hebrero de Santa Eugènia supone un acercamiento interesante a una cultura diferente a la nuestra.