Bryan McFarland falleció el pasado 5 de octubre a los 83 años de edad después de haber disfrutado de su jubilación en Mallorca. McFarland fue un prestigioso médico-cirujano, natural de la ciudad inglesa de Liverpool, que residió en el Port de Sóller hasta que su vida se apagó.

Tal y como recuerda su hijo Jonathan, durante su vida "dedicó gran parte de su tiempo a enseñar, aunque siempre dijo que quiso ser alumno, pero desde joven siempre fue el maestro". Y lo hizo bien, porque muchos de sus alumnos y discípulos llegaron a la cima. Fue uno de los muy pocos en tener un doctorado en medicina y un segundo en cirugía, y destacaba que "un buen cirujano primero tenía que ser un buen médico". Para su hijo, "él lo era".

En su larga vida fue testigo de muchos acontecimientos, y entre ellos el movimiento de derechos humanos. Viajó tres días con un desconocido Lee Harvey Oswald hacia México en el año 1962, en su época como cirujano en el estado de Mississipi, en el sur de Estados Unidos.

En 1976 empezó una estrecha relación con Asia y especialmente con la India. Por aquel entonces fue elegido catedrático por una asociación de cirujanos y, en contra de la norma establecida, eligió Asia como su destino. A ese continente viajó asiduamente y allí operaba y enseñaba sus conocimientos en diferentes países como Afganistán o Irán.

Pero fue la India el país que cambió su vida. Después de muchas giras educativas por esta gran nación, se le nombró miembro honorífico de la asociación de cirujanos de la India. Decidió pasar tres inviernos en un pequeño hospital regentado por religiosas en un pueblo de pescadores cerca de Cochin, en el sur de la India. Allí, aunque no había quirófano, él trataba a los pescadores con enfermedades respiratorias, ayudando al único médico que había en la zona.

Su hijo recuerda que "el mar siempre jugó un papel muy importante en su vida". Pasó su infancia en Anglesey, una pequeña isla al norte de Gales, y después de muchos viajes por el Mediterráneo se instaló en el Port de Sóller para disfrutar de su jubilación. Fue entonces como "Sóller se convirtió en su puerto final donde pasó casi 20 años muy felices, arropado por la gente del mar".

"Como profesional, persona, padre y abuelo excepcional será muy recordado por la huella imborrable que ha dejado tras su muerte", según narra Jonathan McFarland, el hijo del médico que amaba el mar.