Autodidacta y de espíritu humanista, Joan Guaita reconoce que fue Bartolomé March quien le contagió la fiebre del coleccionismo. De ahí, un paso a forjarse como marchante en la calle Verí, espacio que regenta desde 1989. Antes fue Madrid. El vocero de los artistas latinoamericanos en la isla –y también en España– acaba de cumplir 25 años en el mundo del arte, una "gesta" que celebra "satisfecho", aunque demanda una vuelta a los valores de nuestros abuelos. Templado, pero crítico –sobre todo con Ciutat–, gusta de responder con preguntas: "¿Qué le pasa a Palma? ¿Será que al ciudadano no le cultivan lo suficiente? ¿Es éste el defecto de nuestra ciudad?"

–¿Qué sentido tiene coleccionar arte que ni siquiera uno podrá colgar en su casa?

–El coleccionista compulsivo tiene el gusto de saber que una obra determinada es suya, que la tiene. Es como saber que tienes en el armario determinado traje que no te vas a poner. Es el morbo de poseer.

–¿Es eso responsable?

–No. Los tiempos que vienen nos harán cambiar de chip. Lo suntuoso, a partir de ahora, ya no será tener el barco más grande.

–¿De qué presumiremos entonces?

–Deberíamos presumir de nuestra intimidad. La espiritualidad debe conducirnos a crear un nuevo personaje. Decir "he visto unas sandalias para ti que me gustan" es inmoral. Habrá que valorar a partir de ahora a la gente amable y bondadosa.

–¿Ha perdido su estatus la obra de arte?

–Ha cambiado, en todo caso. La gente que compraba por estatus social ha desaparecido, porque esta postura ha quedado en entredicho. La crisis del arte viene en parte porque se ha esfumado el estatus social del arte. Éste es el momento de valorar la obra por sí misma. Ya no sirve una obra mal hecha. Ahora podemos tener frente a nosotros una obra brutal, pero no bruta.

–¿Por qué ha introducido el arte latinoamericano en la isla?

–Porque en aquel momento no había nadie que pudiese traerlo. Me llevó a él la información. Por entonces, el señor Ludwig, del museo de Colonia, decidió comprar obras de jóvenes latinoamericanos. Comenzaron las bienales y yo me encontraba por allí. Traje por primera vez a España a Cacho y a Soto. Se vendieron poco, pero quienes adquirieron aquí alguna cosa de ellos me adoran.

–Además de cuadros, ¿qué vende un galerista?

–Vendes información y ganas. Por eso, cuando todo el mundo acababa de ver la exposición en Es Baluard de arte latinoamericano de la colección de Ella Fontanals-Cisneros, me vino a comentar que yo había tenido en mi galería hace muchos años a algunos de los artistas ahí representados, y que todos ellos eran maravillosos. ¿Y por qué no me compraste obra?, les espeté yo. Yo les di la información. Pero esto funciona así, cuando la gente ve las piezas en un espacio oficial parece que éstas cobran mayor valor.

–¿Cuál debe ser el papel de las instituciones en el mundo del arte?

–Pues ayudar a toda esta información sobre el arte contemporáneo que los galeristas hemos dado a conocer. Deben dar información paralela al coleccionista y apoyar a la galería privada, porque también tiene mucha obra museable. Su función sería poner toda esta obra museable en un espacio oficial para que gane en valor. En Mallorca, las instituciones deberían quitarse los prejuicios de que la galería es una cosa especulativa y que el museo no lo es.

–¿Hay una política expositiva en Palma?

–No se nota una política claramente expositiva. Hay exposiciones muy buenas, pero no continuidad. Si inviertes en cultura, ésta acaba devolviéndote el dinero. El caso es que no debe programarse en función de la rama política a la que se pertenezca. Por otra parte, ¿por qué las colecciones públicas no tienen un gran valor si no han ido adquiriendo obras sobre las que han informado? Si un museo no se queda una pieza importante sobre lo que va informando, se convierte en puridad en un catálogo. En parte es lo que sucede con Sa Nostra o Es Baluard. Si tú no retienes para ti una pieza única importante, ¿de qué ha servido ese fuego artificial temporal?

–El Consell les debe las subvenciones por la organización de la Nit de l´Art, Palma Photo y Art Brunch. ¿Deberían las instituciones abandonar la Nit de l´Art?

–Nos vamos [Art Palma] a reunir con el Consell. Nuestra intención es volver al espíritu fundacional de la Nit de l´Art, porque ahora se ha descontrolado un poco la fiesta. La Nit de l´Art servía para desdramatizar el acercamiento de la gente a una galería. Ahora las vidrieras de mi galería hacen más de espejo que otra cosa: la gente pintona pasa por ahí para mirarse el modelito.

–En EEUU muchos galeristas acaban dirigiendo museos.

–En Alemania también pasa. Son los casos de compra o donación de la colección de un galerista; luego a éste se le hace director del museo. Pero esto sólo es posible en grandes países. En Mallorca está mal vista la generosidad de un ciudadano que dona una obra. En la isla no está planteada la donación. Las instituciones deberían saber cautivar a los donantes.

–¿Le falta algo a Miquel Barceló para convertirse en el artista español más importante de nuestro tiempo?

–Barceló siempre ha sido un gran creador, ha tenido una visión hábil en la creación. ¡Qué bien que tengamos un artista tan creativo! ¿Que eso favorece el ambiente artístico? No lo sé, a él seguro que sí. Sólo te puedo decir que los artistas no buscan imitarle. Barceló está en su lugar, ya veremos qué pasa con él dentro de treinta años.

–¿Vale la pena estar en ARCO?

–Desde 2009 lo que tiene sentido para un galerista es estar atento a las noticias. En EEUU se está produciendo una gran retirada de las galerías en las ferias. Ir a una feria te hace perder mucho dinero. Yo mismo lo pude comprobar en 2008, después del tsunami: los millonarios asiáticos no acudieron a la feria de Seúl, no se podían permitir el lujo de que los vieran. ARCO quiere experimentar, no tiene una idea clara. España es un país de experimentos. Los políticos van probando cositas, pero nunca lo hacen con la grandeza de un estado.