Acopio de libros y de festivales en la maleta

Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Llega el estío y con él los días de descanso. Escribo días porque cada vez es menos común sumar un mes entero de vacaciones y desconexión. Así que la elección de libros debe ser más cuidada. También porque la oferta de ocio es cada vez más amplia. Que tampoco nos vamos a encapsular en la lectura como única herramienta de recreo. Lo cierto es que, entre gastronomía, festivales de verano, serie televisivas, algo de cine y rutas a murallas y castillos, típico nomenclátor en la carretera, aquello que parecen muchos días se reduce a lo mínimo. Que una hora de entretenimiento es más corta que de aburrimiento.

No es por quitar tiempo a la lectura, pero un verano con buenos festivales es un buen verano. El listado es sugerente. No hay rincón de España, no hay rincón de Europa, donde no exista una buena relación de conciertos o propuestas teatrales. El más cercano a mi juventud es el Festival Grec de Barcelona, pero también las Noches del Botánico en Madrid, o el FIB de Benicàssim, o el Arenal Sound de Burriana -la relación en el Levante es larga-, o el Mallorca Live Festival que es como una antesala al ferragosto, o un largo etcétera de un veraniego repertorio. En Europa, para los teatreros, les recomiendo el festival de Aviñón o el de Edimburgo en Escocia, algo más amplio en géneros. Y por supuesto, en Alemania, el de Bayreuther, esa locura wagneriana por el que debería ser obligatorio pasar, y llámenme esnob. Tras una inmersión de nibelungos, uno sale nuevo.

Cada uno de esos festivales tiene su propia particularidad. Esos detalles únicos por los que quedan alojados en la memoria, y esas experiencias se hacen absolutamente insustituibles. La mía es en el Teatre Grec, un espacio teatral al aire libre en medio de la montaña de Montjuïc. La zona está repleta de gatos que maúllan en momentos inesperados. Forma parte del espectáculo.

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