Música

David Gómez, un piano luminoso

El músico abre las puertas de su casa en Sineu, "su rincón en la isla", donde comparte el minimalismo cinematográfico de sus piezas más reconocidas

CONCIERTO DE DAVID GÓMEZ A LA LUZ DE LAS VELAS

CONCIERTO DE DAVID GÓMEZ A LA LUZ DE LAS VELAS / MANU MIELNIEZUK

En cuanto la melódica empieza a susurrar sus primeras notas, la noche se torna sempiterna, constelaciones enteras se detienen a escuchar y hasta se teme que el más mínimo movimiento desencadene un caos sobre la calma. Un invitado especial, un cachorro de orejas caídas, cierra los ojos. Se siente el calor de las 200 velas y la elegante hogareñidad de The Porcelan Girl. David Gómez hace suya, de forma inmediata, la atención de los asistentes reunidos en el patio de su finca, Ca’s Pianista, en Sineu. El músico abre las puertas de su casa, de "su rincón en la isla", y comparte el minimalismo cinematográfico de sus piezas más reconocidas. Y el público se convierte en una luz más que ilumina la calurosa velada de verano. 

"Tocar en mi casa es más íntimo. Es mágico. Aunque solo quepan 100 personas prefiero eso y tocar más conciertos", sostiene David Gómez. El pianista continúa regalando momentos oníricos tras 20 años rodando con su gira Un piano y 200 velas. Con un repertorio que repasa todos sus álbumes, desde Lockdown in a piano o su más reciente estreno A Letter From Mars, realiza un viaje entre lavandas y la Provenza francesa o relata desenamorados desenlaces para historias de amor interplanetarias. Como la de la pieza que le da nombre a su último álbum que, según explicaba Gómez, relata el viaje de 250 días de un enamorado a Marte que, al llegar, envía una carta a su amada en la Tierra pero al llegar esta 500 días después de su partida es demasiado tarde.

Porque para él, los sentimientos son intervalos armónicos ascendentes o armaduras menores en lugar de palabras en un diccionario. Aunque estas sobran cuando suenan temas como Autumn Day o My Piano. "Me he encontrado a mí mismo tocando mis piezas [...]. Ahora soy más yo", confiesa. En sus conciertos tampoco falta el sentido del humor. Entre dedicatorias, un paisaje estelar y homenajes a sanitarios, hay cabida para las risas. "Me preguntaba un amigo ‘¿Y no te da miedo que a alguien le sienten mal tus bromas?’ y claro, existe el riesgo, pero no puedes gustar al 100% de las personas", declara David Gómez. Todo para acabar fusionado con el público tarareando al unísono las últimas notas de su número final.

MINUTOS ANTES DEL CONCIERTO DE DAVID GOMEZ.

MINUTOS ANTES DEL CONCIERTO DE DAVID GOMEZ. / MANU MIELNIEZUK

"Me inspiro más en invierno. Esos días melancólicos, como mi música, al lado de la chimenea. Ahora con este calor es imposible", explica Gómez entre risas. "Ahora estoy trabajando en la música para un documental de hora y media de un director muy reconocido que no puedo revelar. Sin música ya he llorado. Ojalá me pasara algún día lo mismo que a Yann Tiersen con la BSO de Amélie", añade. Y es que el artista sigue superando barreras en su ya reputada carrera musical, que empezó construyéndose a caballo entre el conservatorio y la casa de sus padres, y ha acabado cruzando mares e iluminando ciudades de todo el mundo, con 7 discos grabados entre Mallorca, Inglaterra y Budapest.

Algunas de las piezas en la gira las acompañan otros músicos. En ocasiones, al piano de Gómez se le suma un chelista, pero para esta ocasión fue la voz, la flauta travesera y el acordeón de la embriagante Lauriane Orsini, que como una sirena atrajo todas las miradas. Su magia hasta arrancó, junto a las teclas de David Gómez, un "sí quiero" al final de la velada. "Quiero despertarme todos los días a tu lado", decía el asistente hincando la rodilla en el centro del círculo de velas. 

Repitiendo el mantra de "querer, creer y crear", David Gómez reflexiona sobre el panorama actual frente a los conciertos instrumentales. "Hay que pagar entrada para que la gente lo valore. Tener a 400 espectadores está muy bien para un concierto de piano que no es gratis […]. La música clásica está obsoleta, y mira que mi formación es clásica. No aguanto un concierto de cinco sonatas de Beethoven. Entiendo que haya gente que siga yendo a esos conciertos pero es muy poca; vivir tocando música clásica lo logran muy pocos", sentencia. "Lo difícil no es ganar dinero, es dedicarte a lo que te gusta y vivir de ello […]. Mi trabajo ha sido un proceso muy lento", concluye el músico. 

El concierto acabó con su pieza más aclamada: Sixteen Years Old. El pianista explicaba la pieza como la historia de una adolescente buscando su primer amor. Con la mano izquierda, simbolizaba el pedaleo de una bicicleta que poco a poco se iba elevando hasta acabar de forma inesperada cuando la joven se gira y lo encuentra. 

Historias, sentimientos, humor y emoción en un concierto hecho para todos los gustos. Hasta los más jóvenes disfrutaron de esta ya emblemática cita en la isla. Ahora, Gómez continuará su gira por España en las Ruinas de San Pedro (Navarra) o en el Pueblo Abandonado de Belchite. Recién aterrizado de dos conciertos en la península, en el cementerio de coches de Madrid y en Cuenca, donde sigue demostrando que el formato cautiva. Aunque el de Gómez no es el único: el músico lamenta otros espectáculos similares que han surgido a raíz del suyo. Pero si una cosa está clara, es que Un piano y 200 velas seguirá enamorando al público muchos años más

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