En contra

Javier Tubert, ilustrador: «No soy de esta Mallorca, aquí soy un turista más»

Javier Tubert

Javier Tubert / DM

Matías Vallés

Matías Vallés

Javier Tubert (Palma, 1965) dejó quince años de trabajo en un banco «para lanzarme a la aventura» de la ilustración. Tiene su propio estudio de grafismo y acaba de contribuir con una portada saturada de sombrillas al proyecto The Mallorcan, inspirado en The New Yorker.

Para que se haga cargo del tipo de entrevista: «¿Una ilustración puede arrancar a Mallorca de la locura?».

Ojalá. La ilustración puede despertar conciencias o generar un impacto visual. Mi objetivo no es solo crear algo bonito, sino que transmita un mensaje y haga pensar.

¿Nuestra conciencias han despertado de repente?

Algunos llevábamos tiempo despiertos, pero la conciencia de la masificación ha aumentado porque cada vez la padecemos más.

¿Sus sombrillas son más útiles que un «Tourists go home»?

Sí, porque estamos insensibilizados contra los eslóganes, así que puede ser útil una portada de revista desenfadada y con cierta comicidad. Una imagen vale más que mil palabras.

¿Qué le pasó en l’Ofre el 30 de diciembre?

Tengo dos hijos que estudian fuera, y decidimos subir a l’Ofre antes de fin de año. En los últimos metros y al llegar a la cima, no dejabas de ver alemanes y más alemanes. Fue cuando me dije que «algo está pasando».

¿Ahí tuvo lugar su toma de posición?

Lo veía venir hace tiempo. Antes, un amigo te recomendaba una playa donde no había nadie, pero ningún rincón escapa hoy a los turistas con GoogleMaps.

¿Fue a la manifestación contra la masificación?

Fui víctima del sistema, porque me había salido un trabajo extra, pero comparto absolutamente la convocatoria. Casi obligo a mis hijos a manifestarse, y les decía «id en mi lugar» a mis amigos.

El mallorquín maniatado y encadenado a una alemana quedará como una ilustración canónica.

Me pareció brillante, y ha servido para que se viralice la realidad pura y dura más allá de la saturación, porque trabajamos no se sabe para qué.

Usted se pregunta adónde se va todo ese dinero.

Algo no funciona porque, con más turistas cada año, deberíamos estar en una bañera llena de billetes como el tío Gilito, y resulta que ya no quieren venir ni los trabajadores con un sueldo asegurado.

¿Conoce a gente que se va porque no puede pagarse Mallorca?

Te podría mencionar a tres personas ahora mismo. «Nos gusta Mallorca, pero aquí no podemos vivir y no es el único sitio en el mundo. Habrá que irse a otro lado».

¿Conoce a gente que se va porque no soporta Mallorca?

Todavía no tanto, aunque a los extranjeros que quieren venir ya se les advierte en los foros de que el paraíso se vende en Fitur, pero que Mallorca ha dejado de ser el mejor sitio para vivir en el día a día. Es cara y con atascos.

¿Qué es ‘The Mallorcan’?

Es un proyecto comunitario, una revista ficticia donde los artistas reflexionamos sobre cómo vemos Mallorca. Se inspira en The Barcelonian, con la estética del New Yorker.

¿El ‘New Yorker’ sigue siendo la meca de los ilustradores?

Sigue siendo el sueño de un ilustrador, si suena la flauta. Tienen sus profesionales de cabecera, pero dan mucha cancha a talentos emergentes. O envías tu trabajo o te buscan.

No somos el decorado de Mallorca, somos extranjeros.

Unos años atrás me sentía invadido, los turistas habían ocupado y cambiado los sitios donde solía ir. Hoy no soy de esta Mallorca, no me pertenece, aquí soy un turista más.

La presidenta Prohens ha llegado al límite.

Ella tiene la posibilidad de hacer algo, pero a continuación anuncia una ampliación del Dique del Oeste y una marina de grandes yates.

¿Ha sido usted turista?

Todos somos turistas en algún momento, y viniendo de Mallorca tienes la conciencia para comportarte de otra manera, huyendo de los circuitos y entrando en contacto con la gente.

En otro tiempo fue usted nadador de altura.

Sí, en aquellos tiempos competía en federados y aspiraba a mucho. He seguido nadando en veteranos.

¿De lo suyo se vive bien?

Se sobrevive más que se vive. La ilustración es una profesión no reconocida, y está aquello de «tengo un primo que me hace un dibujito». Son pocos los que se mantienen porque no hay una industria, a diferencia de Francia.

Peor están en Ibiza.

Con el alquiler de balcones, siempre podría ser peor.

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