Entrevista

El escritor José Carlos Llop: «La fiebre narcisista ha infectado nuestra sociedad»

‘Si una mañana de verano, un viajero’ es el nuevo libro del autor mallorquín, «una historia de amor» con la costa de Valldemossa donde rememora los días transcurridos durante más de 30 veranos en una casa junto al mar

José Carlos Llop (Palma, 1956) en el puerto de Valldemossa.

José Carlos Llop (Palma, 1956) en el puerto de Valldemossa. / A. M.

Raquel Galán

Raquel Galán

¿Por qué el guiño a Si una noche de invierno un viajero?

Más que guiño, yo diría que es una clara evidencia, un homenaje al hecho de narrar, de ser narrador, y a cómo todos los relatos de nuestra vida configuran una parte de la literatura. El título de Italo Calvino, nocturno e invernal, es una referencia a otro mundo, solar y estival, donde lo que manda es lo que se cuenta si se cuenta bien.

También homenajea a Chatwin y a otros tótems literarios. ¿Están todos sus referentes?

No, porque sería imposible. Más que homenajes, su cita se debe a que durante muchos años ellos han sido mi compañía en un territorio solitario donde se lee con mucha más precisión que en cualquier otro abarrotado. Chatwin, Fermor y tantos otros que viajaron por el Mediterráneo nos cuentan una parte de nosotros que proviene de Homero y que complementa y enriquece nuestra visión de nosotros mismos.

Relata su vida de verano en el lugar de la escritura, la casa y el paisaje del puerto de Valldemossa, pero no es autoficción.

Este libro es una poética con un doble sentido: Cómo nos modela la propia escritura, cómo nos cambia, y cómo lo hace el paisaje vivido. En cuanto a la autoficción, creo que es un término que ha tenido cierto éxito entre aquellos que no saben ver la felicidad de la vida cuando la tienen ante sus narices. Como si el esplendor o la alegría no pudieran ser verdad. Por otra parte, el libro también es una historia de amor. Con este he escrito tres historias de amor: En la ciudad sumergida, de mi relación con Palma; Solsticio, de la relación de mi infancia con el paisaje bíblico de Betlem; y ahora, de la que tuve más de 30 veranos con la costa de Valldemossa.

¿Por qué es necesario el paso del tiempo para escribir de ello?

Porque el distanciamiento es imprescindible para poder tratar las emociones. Sin él no se produce la sutil complejidad de la verdad y al mismo tiempo la fortaleza que nos protege del dolor que la verdad a veces encierra.

¿Acaba mutando en desapego?

No. Acaba honrando los hechos esenciales de nuestra vida porque da una perspectiva que los vuelve más lúcidos de lo que fueron en su origen. Pensar las cosas enriquece la vida.

Se ha preguntado muchas veces por qué escribe. ¿Hay un único motivo?

El origen de la escritura siempre es un misterio, pero en la vida del poeta o del escritor pensar sobre el hecho de escribir es una constante que contribuye a situarlo en el lugar de la literatura. Escribir es respirar y es hacerlo sub specie aeternitatis, con la Biblia a tu derecha, Homero a tu izquierda y Marcel Proust frente a ti. Entre los tres puede usted añadir lo que quiera.

¿Es la primera vez que lo hace de forma tan íntima?

No es la primera vez de nada. Yo empecé escribiendo poesía y me gustaría que al final de mi vida la pudiera seguir escribiendo, pero esto no es una elección, sino un destino. Si una mañana de verano... es la meditación de un poeta.

Los 33 veranos que pasó allí fueron «el tiempo de los delfines y no de los escualos». ¿Quiénes son esos tiburones?

La magia de los delfines es infinita. Cuando un delfín aparece muy cerca de la costa y va nadando sobresaliendo del agua y volviéndose a sumergir, produce una paz que también es infinita. Quienes la han conocido en distintas etapas de su vida solo les queda una cosa: Celebrarlo. Y toda celebración también es un acto de agradecimiento.

¿Sufre la saturación turística?

Creo que la sufrimos todos. Hace años escribí un artículo muy crítico sobre una sección del periódico que publicaba fotos y planos de lugares escondidos de la isla y yo avisaba de que dar a conocer sitios así acabaría siendo una condena que a todos nos terminaría afectando. Y eso que en aquel entonces no existían las redes sociales ni mucho menos la fiebre narcisista que ha infectado nuestra sociedad, donde todo el mundo se cree que es Napoleón. Olvidamos que antes, a quienes pensaban eso, los encerraban.

¿Se cree el giro anunciado por los actuales gobernantes?

Lo que yo crea no tiene ninguna importancia, aunque en principio no tendría por qué ser escéptico. Prefiero esperar a comprobar los hechos, pero no estamos solos en este desastre. Viaje usted donde viaje se encuentra cosas parecidas. En lo que sí somos distintos es en que se ha producido por parte del este y norte de Europa otro descubrimiento del Mediterráneo, como si se instalaran aquí para observar el incendio de Roma desde la mejor platea del mundo.

Nadando en la cala del puerto de Valldemossa surgió el comienzo de El informe Stein, ambientado en parte en Montesión. ¿El culebrón ha tenido el peor final?

Era una muerte anunciada, no solo de Montesión, sino de un fragmento de la ciudad y de una forma de civilización. La muerte también es una mutación y lo que estamos viviendo es una mutación que no me sorprende en absoluto. Había muchos signos en el aire que ya apuntaban a eso.

¿En este mar que le regalaba «algo parecido a la plenitud» se hallaban las musas?

No conozco a esas señoritas. La mejor musa son las horas de trabajo, las horas de lectura y la vida. En cuanto al mar, los insulares nunca nos movemos del mar. O dicho de otro modo, en palabras de Derek Walcott, el horizonte es insularidad.

¿La metamorfosis narrada en este libro es una metáfora de la que sufre Mallorca?

El libro no está escrito con esta intención, pero ahora que lo dice, sí. Leyéndolo, nadie podrá decir que no conocimos la felicidad. Sin exageraciones, que nunca nos ha gustado. Eso se lo dejamos a otros.

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