CRÍTICA

Formas y formas musicales

Pere Estelrich i Massutí

U n programa estrictamente barroco siempre cae bien. Y si se trata de un programa de música religiosa italiana, pues todavía mejor. Ahora bien, todo ello y para que el resultado sea satisfactorio, debe ir acompañado de una interpretación notable y, todavía mejor, en un espacio cuya acústica no sea cuestionable.

Pues bien, todos esos condicionantes (lo de la acústica en menor grado) se dieron en la sesión que el pasado sábado pudimos escuchar en la iglesia de La Porciúncula, un espacio muy apto para la reflexión, la mística y, como en este caso, la música.

Llorenç Gelabert unió aquí las dos formas de su grupo, Art Vocal Ensemble (la coral y la instrumental), para interpretar dos piezas de música litúrgica de Francesco Durante (Magnificat) y Antonio Vivaldi (Dixit Dominus), dos obras que pertenecen a la misma forma musical, el motete, pero con estilos e inspiraciones diferentes. Durante resuelve de forma correcta y poco más la oración de la Virgen, en cambio Vivaldi crea y se recrea en las palabras del Salmo 110 «así dijo el Señor a mi Señor», al que el compositor tenía mucha devoción pues no es esta la única obra en la que utilizó este texto.

En ambas obras la orquesta y el coro son los verdaderos protagonistas, aunque en las dos tenemos algunas intervenciones puntuales de dos voces femeninas y dos masculinas, esas dos últimas casi testimoniales. Para ello, Gelabert utilizó cuatro cantantes de sobrada solvencia: la soprano Soledad Cardoso, la contralto Begoña Gómez, el tenor Antoni Aragón y el barítono Joan Miquel Muñoz. Los cuatro mantuvieron el nivel al que nos tienen acostumbrados, aunque realmente fueron las mujeres las que pudieron lucirse mejor por disponer de una partitura más extensa.

En la misma línea barroca, sin ser purista, el coro y la orquesta sonaron muy bien en ese espacio que, repetimos, es muy apto para la música religiosa. También resultó sobresaliente la interpretación de una sonata vivaldiana como preludio a las obras vocales.

No podemos terminar ese comentario sin dos anotaciones: la primera, referente a la situación de las voces solistas, detrás del director, dando la espalda a buena parte del auditorio, lo que perjudicó, sin duda, el buen resultado de la propuesta. La segunda, menos musical, se refiere a la indumentaria: si un asistente quiere ir a un concierto en chanclas de playa y bañador (como algún elemento del público), indica que respeta poco el evento, pero allá él, pero que los intérpretes (aquí las voces masculinas del coro) luzcan (es un decir) camiseta en manga corta, es, como mínimo, extraño. Creía que sudar la camiseta era otra cosa. Llamadme boomer. n

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