Arte

Erwin Hubert, pintor y publicista del primer turismo mallorquín

El pintor y acuarelista austríaco fue uno de los primeros en dar a conocer la belleza y costumbres de la isla, siguiendo los pasos del Archiduque Luis Salvador

Hoy se debate con intensidad sobre las consecuencias que el turismo masivo tiene en la sociedad mallorquina y la manera de regular sus efectos a todos los niveles. Sin embargo, en sus inicios fue una actividad minoritaria y protagonizada por quienes adoptaban una actitud muy diferente, de conocimiento e integración en el entorno. Predominaba una cultura del viaje, lejana de la actual tendencia dominada por la masificación, el ruido y el desenfreno.

Uno de los primeros (al menos, el más reconocido) fue el Archiduque Luis Salvador. Y gracias a él llegaron otros que continuaron su estela desde otras perspectivas. Entre ellos se encontraba el pintor Erwin Hubert.

Primeros años

Hubert nació en Viena el 16 de julio de 1883. Se graduó en la Academia Comercial en 1902 y con apenas veinte años entró a trabajar en la editorial de Edward Hölzel, encargada de publicar obras del Archiduque. Allí demostró gran habilidad para descifrar su endiablada letra para el impresor y el linotipista de la editorial.

Un día, el Archiduque contactó con la editorial buscando un escriba; Hubert se ofreció y fue contratado. Desde noviembre de 1903 le acompañó recorriendo el Mediterráneo a bordo del Nixe II como corrector y secretario; pero pronto destacó como pintor y dibujante. Esto no escapó al Archiduque, que lo animó a proseguir e incluso ilustró muchos de sus trabajos. En otoño de 1904 Hubert llegó por primera vez a Mallorca acompañando al Archiduque, aunque en 1910 volvió a Viena para trabajar en el Banco Nacional Austrohúngaro, al creerlo algo más estable. Pero siguió cultivando la pintura y colaborando con el Archiduque a distancia, unidos mutuamente por un sincero afecto. Con él estuvo nuevamente en Miramar, en el verano de 1913.

Al estallar la Gran Guerra se reunieron cuando el Archiduque se alojó en el castillo de Brandys nad Labem (Chequia), pasando con él los últimos momentos de su vida. Tal fue su vínculo que la obra póstuma del Archiduque, Torres y atalayas de Mallorca, publicada en 1916 por encargo del emperador Francisco José I, llevaba prólogo de Hubert y fue ilustrada con sus acuarelas.

En 1915 se casó con Adele Panoch y se establecieron en Viena, en un edificio donde aún viven sus familiares. La pareja tuvo dos hijos: Erwin Gunther (alias Guni) (Viena, 1918-1995) y Dolores (Miramar, 1921-Viena, 2014). Después de la guerra decide dedicarse enteramente a la pintura y busca un destino adecuado. Gracias a sus vínculos con el Archiduque y buscando inspiración, se decidió por Mallorca.

En Mallorca

En 1920 Hubert llega a la isla. Se instala en Miramar aunque luego se trasladaría a Palma, mientras su familia volvía a Viena. Se alojó en la desaparecida Pensión Jardín (Can Cavalleria, 15) y estableció su estudio en un altillo cercano en la calle de l’Ermità, a escasa distancia.

Debutó públicamente en la Exposición Regional de Arte, de carácter colectivo, organizada por el Ayuntamiento de Palma. Se inauguró el 12 de junio de 1920 con unas cien obras y Hubert presentó cuatro: Susanna, Pescadora, Retrato del Archiduque Luis Salvador y Patio de Son Moragues, en las que llamó la atención por su particular estilo rico en luminosidad, la utilización del color y riqueza cromática.

El 16 de enero de 1921 inauguró su primera exposición individual en el Salón Árabe de La Veda, espacio de artistas noveles como Bartomeu Ferrà, pero también consagrados como Bernareggi, Cittadini o Anglada Camarasa. Expuso 70 obras en que dejaba clara su preferencia por paisajes, rincones pintorescos, personajes y escenas típicas. Todo ello sobre acuarela en detrimento del óleo, donde no lograba resultados tan inspirados. A finales de año celebró otra exposición en el mismo espacio con 45 obras más, con similar éxito de público y crítica.

Su consagración se produjo en 1923, con sendas exposiciones en las desaparecidas Galerías Layetanas de Barcelona (enero) y en el Ateneo de Madrid (febrero). Se reconoció su habilidad en la acuarela y fue comparado con maestros como Briton Rivière o Paul Signac. Ello le granjeó prestigio y un público fiel, que adquiría sus creaciones y le proporcionó gran número de encargos, lo que le permitiría desde entonces vivir de su arte. En años siguientes participó regularmente en exposiciones, siendo habitual de las Galerías Costa de Palma, destacado espacio artístico en los años 20 y 30.

Ilustrador del turismo

A mediados de 1929 el Fomento del Turismo de Mallorca publicó Guía de Mallorca, libro de rutas carente de imágenes, pero cuyas cubiertas llevaban sendas ilustraciones de Hubert. En 1930 la entidad imprimió miles de carteles de una serie de acuarelas pintadas ex profeso, distribuidas por España y el extranjero en varios idiomas con la leyenda Visit Mallorca, que fueron la primera publicidad masiva del naciente turismo insular. Además, se editaron folletos y series de postales (conocidas como Christmas), también con obras de Hubert.

Desde entonces su presencia en la incipiente promoción turística fue constante. En 1930 se editó Mallorca. Guía gráfica del dibujante Pep Costa, Picarol, en cuya portada figuraba una acuarela suya. En 1933 el periodista José María Salaverría publicó Viaje a Mallorca, libro de viajes ilustrado con 20 acuarelas más. También colaboró en La isla maravillosa (1945) y Cuevas dels Hams (1946), libros de Josep Vidal Isern, colaborando con otros ilustradores. Y así un largo etcétera, que convirtió a Hubert en el principal ilustrador de los atractivos que Mallorca ofrecía y representaba.

Su estilo, soñador y luminoso, fue fácil de adaptar al emergente lenguaje publicitario, perfecto para ilustrar las bondades de la isla: escenas populares, calas, payeses, tradiciones, mercadillos, bailes, etc. No exento de crítica, pues se le atribuyó cierta idealización en los paisajes y abusar de arquetipos en personajes y escenas populares. Pero siempre era agradable a la vista y técnicamente impecable, con un estilo único y personal.

Retratista

Además de su habilidad representando paisajes y escenas populares, Hubert mostró gran pericia en el retrato. Primero con personajes anónimos de extracción popular, luego también como retratista familiar. Se mantuvo fiel a la acuarela, a priori menos adecuada, pero obteniendo resultados excepcionales. Por ello fue un retratista muy solicitado, llevando a cabo numerosos viajes a la península y al extranjero para atender encargos.

Su clientela solía ser de abolengo: nobles, financieros o intelectuales. En Madrid fue conocido como «el pintor de la corte», dados los retratos que realizó allí (más de 300) y mantuvo especial vínculo con la familia Hohenlohe, yendo con frecuencia a su finca de El Quexical (Cebreros, Ávila). Uno de los más conocidos públicamente fue Joan Marquès Arbona, fundador del semanario Sóller, al ser nombrado Hijo Ilustre en 1952.

Relevancia social

Su prestigio como pintor y su prolongada permanencia en Mallorca le granjearon gran prestigio y popularidad. Desde 1932 formó parte de un primer Patronato Chopin y George Sand, con personalidades de toda Europa y presidido por Aurore Sand, nieta de la escritora. También fue socio de honor del desaparecido Ateneo de Palma y luego del Círculo de Bellas Artes, participando en exposiciones o del jurado de sus certámenes de pintura.

Siguió viajando por todo el mundo durante toda su vida, buscando inspiraciones o atendiendo encargos. Expuso con regularidad en Mallorca, la península y el extranjero; y atesoró reconocimientos durante toda su vida, como la Medalla de Oro de la Exposición de Bellas Artes de Río de Janeiro (Brasil) en 1953.

En Mallorca fue conocido por su cultura, porte elegante y esmerado trato. Él mismo encarnaba el arquetipo del primer turista, minoritario y hasta elitista, pero respetuoso e integrado en su entorno, pues hablaba castellano y catalán insular sin problemas. Incluso marcó tendencia en la moda local, pues los pantalones bombachos que usaba fueron conocidos como «pantalones a lo Hubert».

Muerte

Cada día Hubert tomaba el tranvía para darse un baño en Can Pastilla, pero el 18 de septiembre de 1963 fue atropellado por una moto en la Rambla, cuando subía al vagón. Fue ingresado en el Hospital General con traumatismo craneal, falleciendo horas después. Al día siguiente se celebró el funeral en la Iglesia de Sant Jaume y fue enterrado en el Cementerio de Palma, en la tumba de la familia del pintor Bartomeu Ferrà Juan, ya fallecido, con quien había coincidido en su primera exposición cuarenta años antes.

Días después el Ayuntamiento de Palma acordó concederle una calle en el barrio del Molinar y el 29 de septiembre, en las Galerías Mora (Sóller), abrió una exposición a la que asistieron sus hijos, Dolores y Guni. En años siguientes se organizaron monográficas en el Círculo de Bellas Artes (1965) y en el Palau de Marivent (1968). El 31 de diciembre de 1974 el Ayuntamiento de Palma le concedió un diploma honorífico y en 1994 la Fundación Barceló organizó una exposición monográfica en el trigésimo aniversario de su muerte.

Vista su trascendencia, casi olvidada, su figura merece reconocimiento y visibilidad. Como por ejemplo, colocando dos placas conmemorativas en los estudios donde trabajó (tanto en Viena como en Palma) o la distinción como Hijo Adoptivo de Mallorca, siempre que el Consell de Mallorca valore sus méritos. Esto lo daría a conocer a visitantes, nuevos residentes y evitaría el olvido de un exponente artístico de referencia.

Vienés de nacimiento y mallorquín de adopción, Erwin Hubert fue el gran referente publicitario del primer turismo en Mallorca. Su pincel retrató una isla de ensueño, tal vez irreal; pero con un trasfondo de amor y respeto por la tierra que lo acogió para siempre.

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