Perder como lo hizo ayer el Mallorca deja huella. Porque se cayó ante un rival maldito como lo es ya el Espanyol jugando uno de los partidos más completos de la temporada conjugándose dos elementos que jugaron en contra de los de Manzano: por un lado la mala suerte y por otro un error de uno de los asistentes del árbitro, que no vio una clarísima falta sobre Arango previa al segundo gol perico. Con algo más de fortuna ahora estaríamos hablando de una goleada muy parecida a la que encajó el Recreativo la semana pasada. El Mallorca lo bordó, jugó como nunca en un partido completísimo, pero le faltó rematar. Se cumplió un axioma del fútbol que casi nunca falla: el que perdona lo acaba pagando. Lo peor, el comportamiento de algunos jugadores -Basinas e Ibagaza vieron la quinta amarilla- y del de siempre, el preparador físico Toni Servera. Lo mejor, Valverde, que reconoció que su equipo no mereció ganar.