Política

Jóvenes politólogos de Mallorca: «Los jueces han sobredimensionado su papel»

Llorenç Soler y Julián Claramunt, miembros fundadores del grupo de análisis político Passes Perdudes junto a Pau Torres, explican sus orígenes y desgranan la actualidad buscando respuestas al auge de la extrema derecha: «Los perdedores de la globalización son sus votantes»

Algunos miembros del proyecto.

Algunos miembros del proyecto. / PASSES PERDUDES

Dicen que la política es el arte de lo que no se ve. Passes Perdudes es un proyecto creado por jóvenes politólogos que tiene como objetivo dinamizar la discusión política en Balears y alumbrar lo que se esconde detrás de la política. «Al no haber facultad de Ciencias Políticas o de Sociología en Balears queríamos cubrir este espacio con la divulgación del conocimiento científico social enfocándonos en términos de elecciones regionales o locales, en el comportamiento de los electores o en la evaluación de las políticas públicas», describe Llorenç Soler, investigador doctoral en la Universidad Autónoma de Barcelona y uno de los miembros fundadores de Passes Perdudes. Este grupo de análisis compuesto por jóvenes politólogos mallorquines se dio a conocer en abril de 2020, en plena oleada de covid-19, publicando sus contenidos en la plataforma Medium. Su buen hacer les ha llevado a colaborar con varios medios de comunicación de ámbito autonómico y subrayan que varios diputados del Parlament, de diferentes formaciones, les hacen llegar feedback comentando sus artículos. De este modo, adelantan que en octubre presentarán algunas novedades.

Por su parte, Julián Claramunt es también otro de los cofundadores de Passes Perdudes. Claramunt es politólogo y en este momento trabaja en cuestiones educativas en la Fundación Jaume Bofill de Cataluña. Explica que es un proyecto que nace de la inquietud de tres mallorquines que se conocieron en la facultad de la Universidad de Barcelona. «Siempre decíamos que había que crear algo en clave balear. Faltaba una versión del periodismo político desde un punto de vista más académico», menciona. Claramunt sostiene que «no aspiran a tener una gran cantidad de lectores» y prefiere que las lecturas que reciban «sean de calidad». En este sentido, Soler aclara que su público objetivo es «intergeneracional». «Mayoritariamente, quienes leen nuestros artículos e interactuan es gente joven muy politizada. Entre los 20 y 45 años tenemos un perfil de gente muy activa», asegura. Una de las cuestiones que ha vuelto a estar sobre la mesa es la Ley de Amnistía. El Tribunal Supremo ha rechazado amnistiar al expresident de la Generalitat, Carles Puigdemont, y mantener la orden de arresto. Claramunt sigue más de cerca la actualidad política en Cataluña y es crítico con la actuación de los jueces. Es precavido y prefiere esquivar la palabra lawfare. Señala que «el perfil de los jueces del Estado español tiene una mayor tendencia a ser conservador». Asimismo, considera «especialmente grave» su comportamiento, a la vez que reprocha las operaciones del tercer poder del Estado: «Los jueces están sobredimensionando el papel que deberían jugar como intérpretes de la legislación». De este modo, Soler toma el testigo de su compañero y afirma que se trata de «una institución algo anticuada» y que «necesita una renovación». «Personas que ya estaban ahí durante la Transición Democrática permanecen ahí. El nivel de politización del sistema judicial español es mucho más alto que en las democracias de nuestro entorno», asiente.

Auge de la extrema derecha

Los resultados de la primera vuelta de las elecciones legislativas en Francia muestran que ya quedan pocos países que no hayan experimentado el auge de la extrema derecha en Europa. En los comicios europeos, que precipitaron el adelanto electoral de Emmanuel Macron, surgió con fuerza el partido de Luis ‘Alvise’ Pérez, Se Acabó la Fiesta, con especial empuje en Balears. Soler atribuye a «los perdedores de la globalización» y «a la gente joven» el auge de la extrema derecha en Europa. «El Estado de Bienestar construido protege mucho a los ciudadanos que ya tienen un trabajo, pero a los jóvenes que trabajan en condiciones más precarias no les ayuda y buscan una alternativa en los discursos de la extrema derecha. Estos son los perdedores de la globalización», desgrana. Claramunt lo analiza desde una perspectiva cercana y observa un vuelco en la elección de voto: «El voto antisistema que antes canalizaba la izquierda ahora lo está captando la extrema derecha». Sin embargo, se desmarca y no cree que gente joven y extrema derecha vayan de la mano. «Aún no podemos confirmar que la juventud esté votando a la extrema derecha. Es cierto que en los primeros 10 años como elector es más fácil votar a partidos de ambos extremos. Pero en Europa debemos tener en cuenta la cuestión del género y no la edad. Las mujeres apenas votan a la extrema derecha. Todavía no podemos decir que la edad sea clave para explicar el fenómeno de la extrema derecha», argumenta Claramunt.

Así, manifiesta que Se Acabó la Fiesta «ha dado un toque de atención» a PP y Vox y advierte que el recorrido de la formación de Alvise Pérez dependerá de «la reacción de PP y Vox». Además, avisa de que «ya no se trata de un tema de nicho», sino que le ha permitido obtener representación en Bruselas. En clave autonómica, Soler explica que la irrupción de este nuevo partido en Balears superó el 5% de los votos y, por tanto, «hubiera entrado en el reparto de escaños del Parlament si las elecciones llegan a ser de carácter regional». Considera que «hay espacio para un tercer partido en la derecha» y «que puede tener recorrido». Sin dejar de lado el panorama político autonómico, ambos creen que el presidente del Parlament, Gabriel Le Senne, debería dimitir tras romper la imagen de Aurora Picornell durante el pleno en el que se derogaba la Ley de Memoria Democrática. Soler ofrece su versión reflexionando sobre el protagonismo de Vox en la cámara: «En un sistema parlamentario en el que no existiera la extrema derecha, cualquier parlamentario hubiera dimitido por obligación de su partido. El funcionamiento de la extrema derecha no es normal, no perciben un acto violento como tal».

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