Juegos y actividades más allá de las aulas: La Fundación Pere Tarrés inicia las escuelas de verano

La Fundación conseguirá que 600 niños vivan en Mallorca y Menorca un verano lleno de aprendizaje y aventuras. En un entorno donde la diversión se mezcla con los valores, estos niños exploran la importancia de los ecosistemas naturales y la sostenibilidad a través de actividades divertidas 

La monitora Verónica junto con Dominic, Jose Antonio y Jumana

La monitora Verónica junto con Dominic, Jose Antonio y Jumana / ZAFIRUS

El calor del verano trae consigo una temporada de crecimiento y descubrimiento en Balears. Con la finalización del curso escolar cerca de 600 niños de entre tres y doce años comienzan a llenar las aulas y patios de las escuelas de verano de la Fundación Pere Tarrés, dando continuidad a una serie de proyectos socioeducativos que transforman las vacaciones en un espacio de aprendizaje continuo. 

Este verano en el CEIP Joan Capó, en el barrio palmesano de Son Gotleu, las actividades se centran en fortalecer las habilidades y los valores esenciales. Maribel Trujillo, psicóloga y directora de la Fundación Pere Tarrés en la delegación de Balears, destaca la importancia de esta iniciativa: «Desde la entidad ofrecemos actividades al aire libre porque creemos en el crecimiento personal a través de la educación social», explica Trujillo. 

Maribel Trujillo, directora de la Fundación Pere Tarrés

Maribel Trujillo, directora de la Fundación Pere Tarrés / ZAFIRUS

Este año el proyecto pedagógico se centra en la concienciación de la importancia que tienen los bosques en el planeta. «Nuestra intención es enseñar a los niños cómo se crea una planta y el impacto que los bosques tienen en nuestras vidas», detalla.

Trujillo añade una reflexión sobre el objetivo más profundo de estas actividades: «Queremos que los niños aprendan a valorar los bosques por todo lo que nos aportan y entender el peligro de que se quemen». 

Todos tienen un hueco

La fundación se asegura de que estas oportunidades estén disponibles para integrar a todos, especialmente para aquellos en situaciones económicas difíciles. «Colaboramos con el Ayuntamiento de Palma y los servicios sociales para identificar a niños que se beneficiarían de estas actividades, para garantizar que nadie se quede fuera», explica Trujillo.

Los monitores junto con los niños realizando actividades

Los monitores junto con los niños realizando actividades / ZAFIRUS

Al final, son ellos, los más pequeños, quienes disfrutan de estas actividades. Dominic, un niño de nueve años de Honduras, está disfrutando al máximo de las actividades de este verano. Con una sonrisa, describe una de sus últimas aventuras creativas. «Nos lo estamos pasando muy bien y ahora vamos a pintar esta botella para poner una planta dentro», añade Dominic, entre pinceles y tierra, dándole vida a una botella reciclada con sus propias manos. Pero eso no es todo lo que Dominic tiene para compartir. También confiesa cuáles son sus grandes sueños para el futuro: «Me gustaría ser futbolista, y ya he sido campeón de liga con mi equipo del colegio». Al parecer, entre pinturas y plantas, Dominic también está marcando goles y soñando en grande.

José Antonio, otro pequeño aventurero de la escuela estival, comparte también su alegría veraniega: «A mí lo que más me gusta hacer es mojarme porque hace mucho calor y esas actividades me encantan». Este niño soñador, al igual que Dominic, ya tiene muy clara su aspiración futura, «a mí de mayor me gustaría ser policía», añade. Y aunque es su primera vez en estas actividades, ya está convencido de que quiere repetir esta experiencia «para toda la vida». 

Jose Antonio, de nueve años, sonriendo durante la actividad

Jose Antonio, de nueve años, sonriendo durante la actividad / ZAFIRUS

Junto a Dominic y José Antonio está Jumana, una entusiasta repetidora de la escuela de verano. La pequeña explica que se lo está pasando muy bien y aunque ya es su segunda vez en la escuela de verano, Jumana «repetiría sin duda el año que viene». 

Los monitores, encantados

Para todos los niños, los monitores juegan un papel importante en la escuela de verano haciendo de guías en cada paso de la jornada educativa. Verónica, una monitora veterana de la fundación, sabe cómo hacer que cada día en la escuela de verano sea una aventura nueva y emocionante. «Lo que más me gusta de este trabajo es estar con los niños y hacer actividades tan divertidas». Y no es solo eso; ella y el resto de los monitores se aseguran de que no haya dos días iguales, siempre sacando nuevas ideas de la manga. «Nos esforzamos por no repetir actividades y cada día proponemos cosas que sean dinámicas y que les ayuden en su aprendizaje». El objetivo, dice, es mantener a los niños expectantes por lo que vendrá.

A medida que el verano empieza, la Fundación Pere Tarrés sigue trabajando para impulsar el conocimiento y el respeto. Al igual que las plantas que los niños aprenden a cultivar, cada pequeña acción realizada durante estos meses de verano tiene la capacidad de crecer y convertirse en un árbol robusto de habilidades y valores que acompañarán a estos niños durante toda su vida. 

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