Tribuna

¿Estamos abriendo las puertas del infierno?

Sebastià Taltavull Anglada

Sebastià Taltavull Anglada

Esta pregunta viene a raíz de la reciente interpelación hecha por el Secretario General de la ONU, António Guterres, en la sede de las Naciones Unidas, quien ha dicho que «La humanidad ha abierto las puertas del infierno». La frase es contundente y, a la vez, es una declaración lúcida, enérgica e interpelante dirigida a quienes intentan bloquear la lucha contra el cambio climático, cuyos efectos ya vamos padeciendo debido al calentamiento global del planeta, manifestación ya evidente tras haber vivido el verano más cálido jamás registrado y que, si no se pone remedio, su nociva acción irá en aumento. La misma prensa se ha hecho eco del silencio, la ausencia y la indiferencia de muchos dirigentes políticos que tienen en su mano la posibilidad de actuar con eficacia y no lo hacen. Se percibe una angustia general en las ciudades y en el campo, y se camina hacia un mundo peligroso e inestable cuando de forma vergonzosa algunas empresas incluso han tratado de bloquear la transición hacia un mundo libre de emisiones. Esas sociedades han empleado su dinero para retrasar, distraer y engañar, en lugar de llevar a término avances en bien de todos, como podrían ser proponerse ambiciosos objetivos de energía renovable.

Con la misma fuerza y contundencia, ya desde el principio de su pontificado y no ha cesado de hacerlo, el Papa Francisco escribió la carta encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa de todos, viéndola -igual que san Francisco de Asís- «como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos». Se trata de una «ecología integral» que requiere apertura hacia categorías nuevas que nos conectan con la esencia de lo que es verdaderamente humano. De ello, san Francisco de Asís es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral vivida con alegría y autenticidad. Como dice el Papa Francisco, «era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los demás, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia hacia los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior» (LS 10).

Porque nada de este mundo nos resulta indiferente y porque tenemos un legado de fe en el Dios de la Creación que no podemos olvidar, nuestro compromiso con todo lo creado está siempre presente en nuestro esfuerzo de renovación de la humanidad, también en lo que afecta a la «ecología integral» y colaborar con todas las personas e instituciones de buena voluntad que velan por la salud del planeta y el bien común de la sociedad. En lo que concierne a nuestras islas, ya en el año 1990 quedó expuesta la preocupación de nuestras Iglesias por la situación ecológica en las Baleares en una carta pastoral llamada «Ecología y Turismo en nuestras islas» y participada por muchas personas de Iglesia, además de diferentes Entidades, políticos, economistas, profesionales del Turismo, especialistas y pensadores, y firmada por los tres obispos. Una carta que parte del valor de la Creación en nuestras islas, su incomparable belleza y armonía, y describe su situación ecológica y los problemas que contiene, a la vez que analiza el impacto del fenómeno turístico en sus luces y sombras, ya en un mundo globalizado. Sigue la reflexión sobre su fundamentación bíblica y su repercusión en el comportamiento humano y la convivencia, ya que hemos sido creados «seres ecológicos». A continuación, expone la necesidad de educación en la responsabilidad ecológica compartida y rigurosamente honesta, con la propuesta de actuaciones urgentes y decisivas, junto a una legislación ecológica y su cumplimiento. Siempre me ha parecido necesario hacer una lectura hermenéutica de esta carta de hace treinta y tres años para detectar avances y retrocesos no sólo respecto a nuestro archipiélago, sino en relación con el mundo global con el que estamos conectados y en muchos aspectos totalmente dependientes, tanto en aquello que constituye un bien personal y social como en lo que supone su deterioro. Una carta que termina con una llamada a políticos, científicos, educadores, padres y madres de familia, trabajadores y empresarios turísticos, movimientos de la defensa de la naturaleza, cristianos y no cristianos, siempre con el deseo de un trabajo conjunto en favor de una forma de vivir como hermanos en la «casa armoniosa» de nuestras Islas Baleares. Puede ser interesante que hagamos y compartamos una lectura actualizada y contrastada.

Nada de este mundo nos resulta indiferente y porque tenemos un legado de fe en el Dios de la Creación que no podemos olvidar

El próximo miércoles, día 4 de octubre, fiesta de san Francisco de Asís, patrono de la Ecología, con una celebración de la Eucaristía y un concierto a las 19.00 h de la tarde en La Porciúncula, celebraremos este tiempo que -desde el 1 de septiembre- estamos dedicando a lo que llamamos «Tiempo de la Creación», en el que, siguiendo el llamado del Papa Francisco, hemos hecho que sea y queremos que siga siendo «un tiempo en el que nos detengamos a la escucha de los latidos del corazón: el nuestro, el de nuestras madres y abuelas, el latido del corazón creado y del corazón de Dios. Hoy no están en armonía, no laten juntos en la justicia y en la paz. A muchos se les impide de beber en este río vigoroso. Escuchemos entonces la llamada a estar al lado de las víctimas de la injusticia ambiental y climática, y a poner fin a esta insensata guerra contra la creación». Los efectos de esta guerra son evidentes. Hace referencia al consumismo rapaz que, alimentado por corazones egoístas, está perturbando el ciclo del agua en el planeta. El uso desenfrenado de combustibles fósiles y la tala de los bosques están produciendo un aumento de las temperaturas y provocando graves sequías. Horribles carestías de agua afligen cada vez más a nuestras casas, desde las pequeñas comunidades rurales hasta las grandes metrópolis. Además, industrias depredadoras están consumiendo y contaminado nuestras fuentes de agua potable con prácticas extremas como la fracturación hidráulica, para la extracción de petróleo y gas, los proyectos de mega-extracción descontrolada y la cría intensiva de animales. La «Hermana agua», como la llama san Francisco, es saqueada y trasformada en «mercancía que se regula por las leyes del mercado» (LS’ 30).

Por todo ello, con el Papa Francisco, también nos preguntamos: ¿Cómo podemos contribuir al río poderoso de la justicia y de la paz en este Tiempo de la Creación? ¿Qué podemos hacer nosotros, sobre todo como Iglesias cristianas, para sanar nuestra casa común de modo que vuelva estar llena de vida? Debemos decidir transformar nuestros corazones, nuestros estilos de vida y las políticas públicas que gobiernan nuestra sociedad. La llamada se dirige a toda persona de buena voluntad que se entregue a ello con empatía y solidaridad. Primero, a los que tienen mayor responsabilidad a nivel mundial, los que pueden evitar que este «infierno» amenazante nos invada y se haga realidad un mundo en armonía donde «la justicia y la paz fluyan» como reza el profeta Amós, 5, 24. En consecuencia, el trabajo es de todos porque la responsabilidad es compartida y la implicación mutuamente exigida, si en realidad amamos nuestro planeta con las personas que lo habitan y no queremos de ninguna manera que la humanidad abra las puertas de este «infierno» que no queremos para nosotros ni para nadie.