Opinión | PENSAMIENTOS

Adiós a los zapatos

La reina Letizia, en un acto con zapatillas deportivas tras romperse un dedo del pie.

La reina Letizia, en un acto con zapatillas deportivas tras romperse un dedo del pie. / EFE

Ojalá pudiésemos decir adiós a las armas, pero, de momento, hemos perdido de vista a los zapatos. En los últimos años el tradicional elemento de vestir ha sido sustituido por todo tipo de zapatillas deportivas, una moda que ha llegado para quedarse.

Si echamos un vistazo a nuestro alrededor observamos que casi nadie lleva esa prenda: todos, niños, jóvenes, adultos, mujeres, hombres, ancianos y militares sin graduación (como se decía antes) se han pasado al universo deportivo.

Aseguran los expertos que el cambio se ha acentuado tras la pandemia y los confinamientos. El coronavirus nos obligó a recluirnos en casa. Nos pusimos cómodos. Aparecieron los chándales, sudaderas, mallas y demás parafernalia. No podíamos salir a la calle, así que ¡vivan las prendas holgadas, sufridas y multicolores!

Lo que fue una pérdida de etiqueta pasajera se ha perpetuado. Ahora lo último es combinar lo clásico con algún complemento deportivo.

Hace unos años estaba mal visto, sobre todo a ciertas edades, salir a la calle, o ir a trabajar, en atuendo informal. No obstante, de Estados Unidos nos llegaban estampas de cantantes, artistas y jugadores de baloncesto, que lucían en sus pies llamativas zapatillas.

Las cosas han cambiado, para suerte de la población en general y ruina de la industria tradicional del calzado. En Mallorca, hasta los 80 - 90, había importantes fábricas en Inca, Lloseta y Llucmajor. La mayoría han desaparecido. Algunas resisten tras especializarse en los segmentos del lujo o de la montaña.

En Menorca hay una luchadora y heroica Asociación de Fabricantes de Calzado que tira de ingenio para competir con el tsunami de la producción china.

Los consumidores no ayudan. Muchos se han acostumbrado a acudir a sus lugares de trabajo con un calzado holgado, que haga más livianas las extenuantes jornadas. Existen marcas que han logrado diseñar zapatillas ultracómodas. Es como si fueras descalzo. Los pies lo agradecen. Lo más in es comprar «bambas» sin cordones.

Los zapatos se han relegado para ocasiones especiales: eventos, ceremonias religiosas, entierros, fiestas…

Muchas mujeres odian la tiranía de los tacones (que se lo digan a la reina Letizia). Han optado por suelas más bajas. Es volver a pisar el suelo de una forma más natural.

Hay profesiones que están obligadas a llevar determinadas prendas, especialmente los que portan uniforme, sean funcionarios o empleados civiles.

También hay gremios y colectivos donde los zapatos son todavía imprescindibles. Los médicos lucen zuecos seguros cuando atienden a los pacientes en hospitales o urgencias. Su imagen a la hora de pasar consulta en los despachos es otra.

La decadencia de los zapatos ha venido acompañada de la marginación de la corbata. Durante décadas esta última fue un distintivo del estatus social y una férrea etiqueta. Era, incluso, una falta de educación no portarla. Estaba el adjetivo despectivo de «descorbatados». Las profesiones que antes se desprendieron de ellas (como los periodistas) cobraban menos y tenían menos prestigio.

Corren nuevos tiempos: políticos, reyes, grandes empresarios… aparecen en público, cada vez más, sin corbata.

El cambio climático, con la peligrosa elevación de las temperaturas, ha contribuido, así mismo, a la supresión de prendas agobiantes e inútiles.

Suscríbete para seguir leyendo