Opinión | Empresario

Limón & vinagre | José María Aristrain: Duelo de titanes

José María Aristrain de la Cruz, en un consejo de Aceralia en 1997.

José María Aristrain de la Cruz, en un consejo de Aceralia en 1997. / GABRIEL DÍAZ / EFE

Amanece. Suena el despertador. Con un poco de suerte, no llevas horas insomne, con el pensamiento enredado en cualquier preocupación. Ese sonido del motor del coche que no augura nada nuevo. El rumor que corre por la empresa de posibles recortes. Las colonias de los niños que van a zamparse el presupuesto para las vacaciones… Es fácil identificarse con cualquiera de esas inquietudes. Quien más quien menos, ha sufrido ese final de mes en números rojos. En cambio, por mucha voluntad que se le eche al asunto, hay vidas que cuestan un poco más de imaginar. ¿Cómo debe ser levantarse una mañana cualquiera con la duda de qué vehículo de lujo escoger para ir de montería? Y la palabra «ir» no está acotada al desplazamiento. Se trata de disparar desde, por ejemplo, un Mercedes todoterreno y matriculado con tus propias iniciales. Ah, y en cualquiera de tus fincas colosales.

Ciertamente, la vida de José María Aristrain de la Cruz (Annemasse, Francia, 1962) cuesta de imaginar. Entre otras cosas porque, frente a otras criaturas de su misma clase, nuestro hombre ha optado siempre por la discreción. Su nombre no ha aparecido en las páginas de papel couché. De hecho, son contadas las imágenes que se prodigan con su rostro. De sus hijos, aún sabemos menos. Nada de noches de discotecas desfasadas ni poses de modelo. La definición de carácter reservado se personifica en Aristrain. También la obsesión por la seguridad. Y no le faltan razones.

Su padre fue el que forjó la fortuna familiar. Llegado de Argentina, se instaló en Ordizia (Guipúzcoa). La leyenda cuenta que empezó con un modesto negocio de chatarra. A su instinto empresarial se sumó la boda con la hija de un empresario del sector del acero y sus vínculos con la élite del franquismo y el Opus Dei. Cambió el régimen, pero no sus buenos contactos. Aún menos su ambición. En los años 80 llegó a ser la segunda fortuna del país, detrás de Ruiz Mateos. Se dice que se ajustaba al perfil de patrón paternalista, también al del hombre inquebrantable que no quiso ceder al chantaje de ETA. El matrimonio falleció en un extraño accidente aéreo en la Costa Azul, las sospechas siempre han sobrevolado sobre el suceso. Con la muerte del magnate, sus dos hijos heredaron el negocio y la fortuna. Nuestro hombre tomó las riendas con 24 años. Ese joven licenciado en Derecho que asistía a las reuniones con su padre para aprender, el que recibía deportivos como regalos, se convirtió en una de las personas más ricas del planeta. Heredó un imperio con 1.800 empleados.

Una fortuna de 1.700 millones

Once años más tarde, Aristrain consigue el 10% de Aceralia. En 2006, fusiones y opa mediante, se queda con un 3% de Arcelor Mittal. Es, por tanto, uno de los principales accionistas de la mayor sociedad del mundo del acero. Forbes le sitúa en el décimo puesto de los españoles más ricos. Una fortuna de 1.700 millones de dólares. Su patrimonio es superlativo. Inmuebles de alto valor en Madrid y Sevilla. Entre ellos, un chalé de 2.655 metros cuadrados de superficie en Pozuelo de Alarcón (Madrid). Obras de arte. Yates (uno de 55 metros de eslora). Una colección de coches de lujo que incluye ese Mercedes todoterreno adaptado para las monterías. Varias fincas, entre ellas la de Valdepuercas (Alía, Cáceres), que supera las 15.000 hectáreas. Posee ganaderías, yeguadas… Y miedo.

Algunas crónicas hablan de su mirada escrutadora. De su postura en tensión, observando todo lo que ocurre a su alrededor, tomando nota, en alerta. Ha vivido rodeado de escoltas. Un par de años después de la muerte de sus padres, la policía descubrió en su finca familiar un zulo supuestamente excavado por ETA. En 2005, con la banda terrorista agonizando, se cree que aún era un objetivo etarra. Siempre viaja con dos coches de guardaespaldas y nunca abre un maletín antes de ser examinado por sus empleados.

¿Estamos ante un posible nuevo personaje de Netflix? Por supuesto. Porque ahora llegamos al emocionante capítulo en el que el titán del acero empieza a tambalearse. Ante él, el único gigante capaz de desafiarle: Hacienda. Pues sí, amigos y amigas, un viernes de julio de 2011, agentes de la Oficina Nacional de Investigación del Fraude entra en su chalé de Somosaguas. En 2021, un hombre en silla de ruedas se enfrenta a un tribunal en la Audiencia de Madrid. En aquella cuita, sale victorioso. Pero la semana pasada, el Tribunal Supremo ha ordenado reabrir el caso. El hombre de acero ya no es intocable.

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