Opinión | Al azar

Le Senne es el presidente del PP

Los resultados en Matemáticas del informe PISA explican que España sea el único país del mundo donde se sigue sosteniendo que Alberto Núñez Feijóo ganó las elecciones generales del pasado julio, para añadir que Pedro Sánchez es el presidente del Gobierno salido de los comicios. Con este caldo de cultivo, no debe sorprender la errónea titulación de Gabriel Le Senne, el valeroso presidente del Parlament balear que refusila a las mujeres que ya fueron ejecutadas por Franco. Se insiste en que desempeña la citada presidencia por voluntad de Vox, lo cual es falso. Le Senne es el presidente del PP.

Atendamos a los números, pese a las reticencias de PISA. A resultas de las elecciones del 28 de mayo del año pasado, 25 de los 59 diputados del Parlament pertenecen al PP, que se atribuye graciosamente el 26 de Formentera. La ultraderecha moderada ocupa ocho escaños, y los dos partidos citados pactaron documentalmente la presidencia para Le Senne. Según el plan previsto, el hombre que despedazaba las fotos de mujeres y las arrojaba fuera de sí obtuvo 25 votos populares y ocho de Vox. Proporcionalmente, tres sufragios del PP por cada uno de su partido.

Gabriel le Senne milita en Vox, y seguramente encarna sus valores destructivos mejor que nadie. Sin embargo, es el presidente del Parlament del PP. De mantener el discurso de la pertenencia higiénica a un partido ajeno que hoy propugnan los populares, se llegaría a una extraña contradicción. También Marga Prohens accedió a la presidencia de Balears tras un pacto documentado, que le supuso contar con los votos de Vox. Dado que obtuvo el mismo marcador que el presidente de la cámara para ejercer su jerarquía, podría concluirse que la líder autonómica no ejerce su cargo por decisión del PP, sino de Vox, lo cual sería incorrecto y tal vez injusto. Si Le Senne fuera francés o madridista, estas identidades sacrosantas serían inseparables de su rango, pero su problemático título actual se lo seguiría debiendo masivamente al PP. De ahí que el problema de su permanencia recaiga sobre los populares, que presumen por ello en público de tener a Le Senne en sus manos, y que hasta la fecha no han mostrado una habilidad excesiva para resolver el dilema.

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