Opinión | Editorial
El odio mata, pero el Orgullo vence al odio
Algo ha cambiado para bien, por más que algunos se resistan a reconocer y dar visibilidad a una lucha por la igualdad que nos engrandece como sociedad
Mallorca ha celebrado de forma masiva y casi unánime el Orgullo, día internacional que recuerda la respuesta del colectivo LGTBIQ+ a la redada policial de 1969 en el bar Stonewall Inn, de Nueva York. Era una época de leyes restrictivas que facilitaban operativos discriminatorios y el arresto de multitud de personas cada año por lo que se consideraban «crímenes contra la naturaleza». En aquella ocasión, los clientes se defendieron y obligaron a replegarse a los agentes. Esta semana, más de medio siglo después de aquel episodio, agentes de la autoridad han detenido en Palma por delito de odio a un hombre que acosó, pisó el pie y llamó «maricón de mierda» a un joven en un autobús. Algo ha cambiado para bien, por más que algunos se resistan a reconocer y dar visibilidad a una lucha que nos engrandece como sociedad. A diferencia de lo ocurrido en el PP madrileño de Ayuso o en el valenciano de Mazón, los populares de Prohens, que recientemente firmó convenios para reactivar y acortar la lista de espera de las operaciones de reasignación de sexo en Balears, se han desmarcado del enfrentamiento con los colectivos LGTBIQ+. Han facilitado que la bandera arcoíris cuelgue en las instituciones y se han sumado a la manifestación del Orgullo, junto a los partidos de la izquierda, sindicatos y organizaciones sociales, que denuncian recortes para estos asuntos en algunos consistorios conservadores. Aunque el alineamiento le ha valido al PP descalificaciones por parte de sus socios de Vox, que han llevado las banderas a los tribunales, la sangre no llegará al río. El pacto de gobernabilidad no se verá afectado por una discrepancia que permite a ambas formaciones marcar perfil propio.
Tras el remate a las fusiladas del franquismo, Le Senne suma otro demérito a su CV, el Dimoni Rosa de Ben Amics «por sus constantes declaraciones y muestras de intolerancia hacia las personas LGTBIQ+». La última, resistirse todo lo que pudo a cumplir con el mandato de la Mesa del Parlament de colgar la bandera multicolor, que a su juicio «representa a un lobby» y vulnera la neutralidad de las instituciones públicas. En positivo se ha distinguido con el Premi Siurell al grupo musical Fada y con el Siurell d’Or a la Comunitat de Convivència y a la Coeducació de Muro. El trabajo de estas organizaciones en favor de una sociedad inclusiva, donde las diversidades puedan coexistir de forma pacífica, contrasta con el discurso del odio que alimenta comportamientos de intolerancia como el del agresor del autobús, la quema de banderas en Alcúdia y Muro o la cancelación por parte de Vox de un cuentacuentos «inadecuado» en Marratxí, autorizado luego por el alcalde. El reconocimiento de derechos ha alcanzado unas cuotas de las que nos podemos felicitar en España, considerado el cuarto país europeo más avanzado por ILGA, la internacional del colectivo. No obstante, estas conquistas se ven alteradas por agresiones, insultos y presiones de todo tipo en la calle, en los colegios, en las empresas, en el seno familiar. Nada de lo apuntado es casual, responde a la guerra cultural desplegada por el auge de fuerzas regresivas en los campos de la igualdad, de la inmigración o el medio ambiente. Es la hidra ante la que se debe plantar cara con firmeza para consolidar los derechos alcanzados y seguir avanzando. El odio mata, pero el Orgullo vence al odio.
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