Opinión | Pensamientos

FELIPE ARMENDÁRIZ

¡Que se fastidien!

Javier Milei

Javier Milei

A algunos políticos se les llena la boca con la libertad, una palabra talismán. ¿A quién no le amarga un dulce? El problema surge cuando descendemos a las consecuencias de llevar la libertad individual al extremo de marginar a una buena parte de la sociedad o, extrapolando, la humanidad.

Hace décadas que el capitalismo venció al comunismo. La aplicación práctica del marxismo resultó todo un fracaso y dio pie a enormes injusticias y crímenes contra la humanidad.

En la mayor parte del mundo se ha aceptado el libre mercado como modelo económico y social. Esta fórmula permite estructuras democráticas y avances notables en ciencia, tecnología y derechos fundamentales.

Sin embargo, confiar en que las leyes del mercado van a crear, por sí solas, una sociedad más igualitaria y equitativa y a permitir un acceso universal al bienestar resulta irreal y peligroso.

Frente al liberalismo radical surgen fórmulas como la social democracia, los partidos ecologistas, la democracia cristiana y la izquierda moderada. El Estado desempeña un papel capital a la hora de distribuir más equitativamente la riqueza, favorecer la igualdad de oportunidades y frenar las muchas disfunciones de un capitalismo feroz. Especialmente alarmantes son ahora los daños medioambientales causados por el modelo económico basado en las energías clásicas.

El presidente de Argentina, Javier Milei, es uno de los abanderados contra el Estado, al que culpa de todos los males y al que quiere reducir a un mínimo simbólico. Hay que recordarle que una cosa es una clase política decadente, ineficaz, nepotista y hasta corrupta y otra es el aparato público destinado a trabajar por el bien común. Tiene razón el anarcocapitalista al renegar de sus antecesores en el gobierno. Yerra al responsabilizar del desastre a las instituciones.

Es un hábil comunicador. Maldice al comunismo (al que atribuye certeramente millones de muertos), pero lo llama socialismo. Equipara a monstruos como Stalin o Mao con líderes democráticos como Pedro Sánchez.

A la presidenta de Madrid, Isabel Ayuso, le va bien esa manipulación y apoya al titular de la Casa Rosada. Ayuso aspira a ser la primera jefa del Gobierno español. Necesita antes barrer a Sánchez, Alberto Núñez Feijoó y a cualquiera que se interponga en su ruta.

Milei sataniza la justicia social en un radicalismo rayano en la inconsciencia. Frente al anhelo por facilitar la igualdad de oportunidades, promover la equidad y universalizar los derechos fundamentales, se alza el ¡que se fastidien!

Pobres, enfermos, jubilados, parados, personas con discapacidad, emigrantes, mujeres, familias monoparentales, víctimas de delitos o discriminación se quedan sin tabla de salvación.

Solo los más fuertes, los que parten con ventaja por su origen social o familiar y los que son útiles para el mercado laboral tienen una oportunidad. Los leones liberales prefieren la ley de la selva a los contrapesos sociales.

El mandatario también criminaliza el pago de impuestos, que califica de robo a mano armada. Ese dogma llevado al extremo significaría que no habría colegios, carreteras, trenes, barcos, sanidad, ejércitos, seguridad social… públicos. Únicamente las personas con recursos podrían, en el ámbito privado, acceder a esos servicios, infraestructuras o ayudas.

Ventajas sociales que costó décadas implementar quedarían borradas, de un plumazo, al aplicar estas perversas teorías. Ruge Milei, ruge Ayuso. n

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