Opinión

Vivitos y coleando

Nacemos solos y morimos solos. Según Orson Welles, también vivimos solos; y únicamente a través del amor podemos crear la ilusión momentánea de que no es así. No seré yo quien le ponga pegas al amor, pero le añadiría otra palabra muy parecida: humor. Porque la vida da hostias tan fuertes que solo con la mezcla mágica de ambas podemos aspirar a levantarnos. Lo demuestra David Seijas, sumiller de éxito durante la aventura irrepetible de El Bulli, en un libro donde narra su descenso a los infiernos del alcoholismo. Lo confirma Pere Aznar en su programa 400, con asuntos tan poco risibles como la esclerosis, el párkinson o la soledad no deseada; pero es que resulta que 400 es el número de músculos que se activan en plena carcajada. Así que la cosa está clara. Y lo remata El bus de la vida, la nueva película de Dani Rovira, donde este cómico –cada día mejor actor– casi hace de sí mismo, sufriendo los dolores, las náuseas y, sobre todo, los miedos que acompañan a los enfermos de cáncer.

El libro de David, subtitulado Cuando la pasión se convierte en tu peor enemigo, propone combatir el calvario de las adicciones con un chorro de amor y amistad; tributo a familia y amigos como asideros en el naufragio. Pero también con escenas cómicas, como cuando se equivocó de mesa y dejó a Vázquez Montalbán sin champán... porque no sabía quién era. El programa de Pere en À Punt es un monumento al espíritu de lo que es –o debería ser– televisión pública; el otro día consiguió que una madre contara el chiste preferido de su hijo... muerto a los ocho años. Pere sale de los programas «hecho una mierda», llora casi tanto como ríe, pero asegura que es lo más hermoso que ha hecho. Y Dani es víctima –en la ficción– de la broma que le gastan sus compañeros de enfermedad, cuando les para un ertzaina y se dispone a sancionarle porque apesta a marihuana. Su discurso lacrimógeno al falso policía –que acaba descojonándose– para librarse de la multa es antológico. Conclusión: la vida es un combate de verbos. Morir parte con ventaja. Pero querer y reír son opciones para plantarle cara.

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