- ¿Qué diferencia a Lumen del resto de las editoriales que trabajan en España?

- Intentamos rendir cuentas sólo a la literatura, utilizando para ello criterios de excelencia y dejando al margen otros factores que tengan que ver con las modas o lo puramente comercial.

- ¿Es usted un editor con vocación literaria o eso es irrelevante en un mundo en el que al final priman exclusivamente aspectos comerciales?

- Estudié Filología Románica en Barcelona. Y mi vocación es eminentemente literaria. Es lo que siempre me ha gustado. A los veinte años tuve la suerte de empezar a trabajar en Lumen, cuando la dirigía Esther Tusquets, que me enseñó los rudimentos del oficio. Desde 1997, la empresa pertenece a un gran grupo editorial, Random House Mondadori. Soy editor de narrativa y poesía, también dirijo una colección de grandes clásicos del XIX y recupero escritores del siglo XX que merecen una edición cuidada, como Ciryll Connolly o Flannery O´Connor.

- Supongo que en su trabajo estará sometido a todo tipo de presiones, ¿verdad?

- Empresariales, ninguna. Pertenezco a un grupo en el que el editor literario tiene absoluta libertad. Pero sí es verdad que la mayoría de los escritores están convencidos de lo magistral de su obra y cuesta mucho decir que no, porque rechazar un manuscrito es, al fin y al cabo, emitir una sentencia negativa.

- ¿Recuerda alguna anécdota en este sentido?

- Un escritor me dijo muy enfadado que cometía rechazando su manuscrito el error más grande de la historia de la literatura. Y le conteste que si era así, lo asumía.

- ¿Cuántos manuscritos le llegan cada semana?

- Unos sesenta y todos se leen porque nunca se sabe si puedes encontrar algo valioso, como ha ocurrido en más de una ocasión. En este país sorprende lo poco que se lee y lo mucho que se escribe. Todo el mundo considera que el relato de su vida es la mejor novela.

- ¿Cómo logra sobrevivir Lumen en un mercado tan competitivo como el editorial?

- Intentando que los libros aguanten más tiempo en las librerías que los seis meses de rigor y publicando un tipo de volúmenes que tengan un interés más allá de ese tiempo, pues el mercado no sólo es pequeño, sino esquizofrénico, con índices de lectura bajísimos y uno de los índices de aparición de novedades más altos de Europa.

- ¿Cómo entiende su labor de editor?

- Como un trabajo muy humilde, casi de artesano. Soy el intermediario entre la obra de un autor y su público. Mi objetivo es que el libro llegue lo mejor editado, traducido, si es el caso, y promocionado, al mayor número de lectores posibles.

- ¿Cómo es la relación entre editores y escritores?

- Ha cambiado mucho en los últimos años con la cada vez más generalizada presencia de los agentes literarios, convertidos en administradores económicos y casi en psiquiatras de los autores, sobre todo de los autores más jóvenes, que creen que con ellos conseguirán un éxito rápido y fulgurante, lo que no siempre es verdad.

- ¿De qué apuestas editoriales se siente especialmente satisfecho?

- De Javier Argüello, un autor joven argentino que ha publicado Siete cuentos imposibles; de un poeta catalán, Albert Balasch, del que hemos publicado en edición bilingüe los poemarios Decaure y últimamente Les execucions, y del joven escritor norteamericano Jonathan Safran Foer, autor de Todo está iluminado y Tan fuerte, tan cerca.

- Una de las tendencias actuales que antes apuntaba es la recuperación de grandes autores del siglo XX que hoy, en nuevas ediciones, vuelven a convertirse en best-sellers, lo que puede comprobarse en autores de novela popular como Patrick O´Brian a otros como el refinado austríaco Stefan Zweig.

- Ante la catarata de novedades y la ausencia de una crítica formal que dialogue con los autores sin más intereses que los literarios, como en Francia y sobre todo en Inglaterra, el lector se refugia en valores seguros.

- Si pudiera seducir a un escritor español para llevárselo a Lumen, ¿a quién escogería?

- A Alvaro Pombo. Considero que es uno de los mejores novelistas de los últimos 30 o 40 años y el que mejor ha sabido incorporar a su obra la lección narrativa inglesa.

- ¿Y si pudiera escoger entre los autores mallorquines?

- Escogería a Antoni Serra, un escritor cuya obra no ha sido suficientemente valorada y que desde la novela negra, experimental o realista ha dotado al género de una versatilidad que se echa en falta en lengua catalana. Escogería también a Biel Mesquida, un autor que ha sabido elevar el habla y la sintaxis de Mallorca a categoría estilística. Es el escritor mallorquín más verbal que he leído nunca. Y también escogería a José Carlos Llop, pues me reconozco en su mitología literaria y es un autor que me ha enseñado mucho.

- ¿Usted también escribe?

- Alguna cosa, pero soy editor, no escritor. No obstante, estoy preparando una biografía de Tomás Harris que espero publicar en 2008, coincidiendo con un proyecto de exposición antológica de su pintura que confío que se pueda mostrar en el Museo de Mallorca, en Madrid y también en Londres.

- ¿Qué aspectos le interesan en la vida de este artista, intelectual y espía británico tan ligado a Mallorca?

- Todo la personalidad de Harris es versátil y heroica. Su obra pictórica no ha sido suficientemente valorada. En algunas biografías se le acusa de comunista convencido, de topo del KGB, lo que es absolutamente falso y fue desmentido por el propio Gobierno británico. Vivió en Mallorca entre 1948 y 1964. Espía británico del MI5, es el autor intelectual de la campaña de desinformación que hizo creer a Hitler que los aliados desembarcarían en Calais y no en Normandía, lo que fue uno de los factores determinantes en el cambio de signo de la guerra.