Ese es uno de los "asientos" que contiene el libro "El mar de Barceló", el "inventario" del proceso que siguió el artista para erigir su cúpula en la ONU.

El texto, escrito por Rodrigo Rey Rosa y aliñado con 150 fotografías de Agustí Torres, saldrá a la venta el próximo 12 de diciembre, cuando ya la Sala XX del Palacio de Naciones de la ONU de Ginebra en la que Miquel Barceló trabajó trece meses y en la que descargó 35.000 kilos de pintura para perfilar su cueva de estalactitas se llame Sala de Derechos Humanos y Alianza de Civilizaciones.

El nuevo nombre de la Sala, en la que España ha invertido 18,5 millones de euros, el 40% de ellos aportados por el Estado y el resto procedentes de las empresas privadas que forman parte de la fundación ONUART, quedará fijado el próximo día 18 cuando la inauguren los Reyes y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.

"Hay un montón de interrogantes y tengo curiosidad por ver qué pasa", ha asegurado el pintor en una reciente entrevista con Efe, en la que confiesa que desconfía "de los primeros defectos, tan espectaculares. La segunda mirada menos sorprendida, más justa".

Revela que le gusta, "simplemente", la idea de que la gente acuda a esa sala para trabajar, "para tener reuniones y tomar decisiones sobre los derechos humanos. Ojalá que tenga en ellos una influencia positiva", desea.

A él le gustaría que "como desde cada sitio se ve algo distinto" de los 1.400 metros de la cúpula, a la que tuvo que dotarse de una nueva estructura de aluminio, estaría bien que los delegados "se cambiaran de sitio" y está expectante por saber quién ocupará el que está situado bajo una gran mancha lapislázuli que parece tener vida propia.

El artista empezó a hacer en septiembre del año pasado su "planeta-cueva", en la que pretende que se reúnan los hombres a la vez que "viajan al futuro", pensando que en Navidad habría terminado, "pero ni siquiera había empezado".

"Fui fracaso tras fracaso, porque era un proyecto mal calculado", ha indicado el artista sobre los comienzos del diseño, que fue "muy amargo" porque le llevó "mucho tiempo asumir ese gran espacio, interiorizarlo, darle sentido".

En su proceso de ingenio e ingeniería ha habido "una parte muy técnica" con constantes investigaciones y pruebas que le permitieran modelar el techo como quería: con estalactitas de hasta dos metros de longitud y olas que dieran sensación de movimiento, teñido todo ello con pigmentos puros.

En los días previos a la inauguración, Barceló trabaja en la dirección de los últimos detalles, como el cambio de las puertas de la sala, "que eran muy James Bond", y la iluminación, que será diferente en cada lugar.

Tras su remodelación integral, que incluye las últimas tecnologías de comunicación, la sala podrá albergar a 750 personas y contará con un diseño flexible, adaptable a distintos formatos de reuniones y accesible para discapacitados.

"El mar de Barcelo", editada en castellano por Península y en catalán por Art 62, se publicará en varios idiomas, incluyendo los oficiales de las Naciones Unidas, en paralelo a las exposiciones y proyectos previstos por ONUART.