Amparo Sard siempre dibujó pequeño con su aguja afilada y lacerante, y ahora lo hace a lo grande -en formato mayor- para despedir a la que ha sido su casa durante doce años. Un cambio -o avance- en la técnica de la artista que anuncia otro cambio en el mapa galerístico español: Ferran Cano se jubila y echa el cierre a cuarenta años de trabajo promocionando y descubriendo a artistas. Ferran y Amparo están visiblemente conmovidos: este final, esta separación duele como la mutilación de un miembro-como las que aparecen en la obra de Sard-. Pero los tiempos cambian, el galerismo también, y Cano se hace cargo de ello.

Los abrazos que mentor y pupila se dispensan quedan reflejados en una de las piezas que cargan Marisa -la mujer de Ferran- y un montador. Es un gran formato -la primera vez que Sard expande en decenas de centímetros sus papeles horadados- en que están representados distintos juegos de manos, agarradas éstas en forma de salvavidas, una pieza que conecta ipso facto con la videoproyección Paisaje medio lleno/vacío. ¿Un cambio en el universo de la artista? No, más bien un ejercicio de profundización es el que se encontrará el espectador en esta exposición, que se inaugura hoy a las 20 horas. "Adentrándome en la temática del paisaje, parece que estoy rompiendo con todo lo que he realizado anteriormente", advierte Amparo, "pero no es así". Si bien es cierto que el paisajismo remonta directamente al espectador al siglo XVIII, "cuando el hombre admiraba el desbordamiento de la naturaleza sobre el ser humano", no es menos verdad que "el hecho de contemplar los paisajes y aprehender dicha naturaleza conduce a un movimiento posterior de mirar hacia el interior y contemplar hacia dentro de uno mismo", apunta.

Paisaje interactivo, así se titula la muestra, pretende ser una metáfora de los tiempos actuales, refiere la artista. "Donde todo fluye muy deprisa, sin estaciones, mediante e-mails y WhatsApp, donde lo importante es tomar una decisión rápida, y, si ésta es errónea, corregirla con la misma rapidez", observa. Por ello, Sard propone volver al paisaje, regresar a la experiencia contemplativa y mirar hacia el interior. Buen mensaje.

En la galería, aplicando la contabilidad a las obras, la mallorquina presenta dos vídeos además de varios papeles perforados: uno de 1,5 x 2 metros, otro de 1 x 0,70 y tres de 1 x 1,50. En estas piezas, los agujeros son de mayor tamaño y el contraste más acusado "porque detrás del papel blanco se ha colocado otro papel oscuro". El trabajo final sigue teniendo el mismo efecto delicado y de dibujo en relieve.

De aquel primer papel en el que reparamos, el de las manos en salvavidas, "donde queda representado el espacio de seguridad que establecemos con el otro, ese espacio intersticial que está en el exterior pero que sigue perteneciendo a nuestro interior", considera Sard, pasamos a contemplar una serie de paisajes cortados -naturaleza seccionada a golpe de tajo seco y preciso- y delimitados en una suerte de cubos de metacrilato. "Estos paisajes son como metáforas del cuerpo humano", señala la artista, "por otra parte, extraña ver encerrado en un marco un fenómeno como la naturaleza, que para nosotros es infinito", agrega. La habitual autorreferencia aplicada en todas y cada una de las exposiciones de Amparo Sard tiene un hueco en una de las obras, en las que asoman pequeños rostros de la artista. Sin embargo, "la autorreferencia no es tan literal en este proyecto; para mí, en esta ocasión, ha cobrado peso el abstraerme de mí misma", comenta.

Sard busca ahora en su interior, en sus pensamientos y reflexiones sobre el que ha sido su galerista en los últimos doce años. "Después de ver a muchos otros, te das cuenta de que Ferran no es sólo entrañable, sino también una escuela de vida de cómo moverse en el mundo del arte, algo que para él no es sólo mercado", asegura. "No es un estratega, es transparente, franco, natural. Algo poco habitual", añade. La mallorquina conoció al galerista cuando le habían concedido la beca de Sa Nostra para continuar formándose en Nueva York. "Entonces me invitó a exponer con él en una feria de Chicago", rememora. "Cuando llegó al expositor, rápido se hizo la jefa de todo", recuerda entre risas el galerista, "porque Amparo es muy seductora". El marchante la acogió enseguida en su seno. "Ella vino con un dossier debajo del brazo, con su obra limpia, sin textos críticos que la apoyaran o recomendaciones externas. Y me dio igual. Vi que su obra se defendía por sí sola", explica Cano. Y así ha sido. No son pocos los creadores que, años después, han reproducido la técnica de Sard, la de los papeles horadados, por cuyos agujeros ayer se colaban los recuerdos de un galerista de pupilas temblorosas y una artista limpia, sin maquillajes.