Opinión

Época de grandezas

Mark Zuckerberg y su familia han navegado por la costa mallorquina en un barco de 118 metros de eslora. El propietario de Facebook, WhatsApp e Instagram y su mujer tienen tres hijas. Así que, cinco personas, unos cuantos asistentes y otros cuantos profesionales del manejo naval, disfrutan de mucho, muchísimo espacio para ellos solitos. Tengo una inexistente inteligencia visual espacial y no me hago a la idea de lo que suponen esa cantidad de metros. Tecleo en mi buscador: «¿Cuánto mide un campo de fútbol?». La respuesta llega en nanosegundos. Los de Primera División miden unos 105 metros de largo. Menos que el yate de Zuckerberg. Guau. El tamaño importa.

Es probable que acabe recibiendo un bofetón de la portadora de unos pechos operados que no puedo dejar de mirar por su inmensidad y artificio. Estoy en el gimnasio haciendo remo y la chica de enfrente practica unos jalones al pecho marcándose una hipérbole para no chocar contra sus protuberancias. Está con una amiga que se ha retocado tanto los labios que ha perdido la expresión. Hay un sector del mundo de la belleza que promueve la sobreactuación de pechos, pómulos, labios o nalgas. Llámalo belleza o llámalo terror. Me contó una doctora especialista en medicina estética que las mujeres más guapas, las que menos retoques necesitan, son las que más intervenciones se hacen. Y, por supuesto, la mayoría de veces escoran hacia lo grande.

Aparcar en una ciudad es un problema serio desde tiempos inmemoriales, pero la situación se ha agravado gracias a nuestra nueva querencia hacia los coches de gran tamaño. Da igual no ser familia numerosa, ahora conquistamos las carreteras a todo volumen con todoterrenos, SUV o furgonetas. Las ventas se han incrementado tanto que los aparcamientos subterráneos deben adaptar parte de sus espacios y, donde antes cabían tres, ahora caben dos.

Una no puede hablar de tamaños y obviar un comentario relacionado con el órgano genital masculino, porque hasta el susodicho parece ir en aumento. La uróloga Blanca Madurga lo confirma en su libro, publicado en Planeta, «Todo lo que necesitas saber sobre el pene y nunca te atreviste a preguntar». Comentan en una tertulia de radio que los penes actuales pueden llegar a ser hasta un centímetro y medio más grandes que hace tres décadas y los comentaristas de la radio andan alborotados, esperanzados y entusiasmados ante esta perspectiva. Y es que hay que reconocer que hay temas que nunca mueren. Concadenando pensamientos, recuerdo el tuit del presidente del Parlament de las Illes Balears, Gabriel Le Senne, en el que afirmaba que las mujeres somos más beligerantes porque carecemos de pene. La verdad es que no sé qué pensar sobre quién es más guerrero de los dos, después de verle hacer y romper el papelón en la institución balear. Para nuestra desgracia absoluta, las grandilocuencias malsonantes y la exageración parecen ser intrínsecas a la mayoría de políticos que nos representan.

La sensación de desmesura y desproporción que siento al ver el yate de Zuckerberg es la misma que siento al ver las obras arquitectónicas de Santiago Calatrava. Casi siempre son ajenas al entorno y desestabilizan los lugares que ocupan. La belleza es equilibrio y armonía. Pero, ¿quién quiere belleza y equilibrio cuando puedes ser reconocido por tu tamaño? Demasiada gente sufre delirios de grandeza.

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