Ejemplo de convivencia pese al abandono institucional

Ni violencia ni expulsión de los argelinos: “Son Gotleu necesita una reforma integral y recursos estables, también para acoger a estos chicos que llegan en patera”

Es el barrio de Palma que da cobijo sin descanso a los migrantes y que se esfuerza por crear un clima integrador, muy frágil éste ante la escasa dotación de medios y la vulnerabilidad de los vecinos, los grandes olvidados de la gallina de los huevos de oro en Baleares: el turismo

Vista de la calle Tomás Rullán en Son Gotleu.

Vista de la calle Tomás Rullán en Son Gotleu.

Redacción

Puede afirmarse sin titubear que Son Gotleu es el barrio más acogedor e inclusivo de Palma. Los altercados de los últimos días por el malestar vecinal ante una serie de robos atribuidos a un grupo de argelinos empañan la imagen del distrito palmesano que lleva más de 60 años recibiendo y cobijando a personas recién llegadas a la isla procedentes de diversos países y culturas. El encaje de elementos tan diversos en un mismo espacio -degradado arquitectónicamente, vulnerable socialmente y abandonado a nivel institucional- es un caso de éxito -siempre en un estado de frágil equilibrio- atribuible a colectivos y personas que se dejan la piel por articular toda esta convivencia.

«Lo que demandamos desde la plataforma de entidades es una reforma integral del barrio que comprenda a todas las concejalías del Ayuntamiento de Palma y a todas las instituciones de Mallorca desde diferentes áreas», apunta la mediadora cultural del centro de salud Aina Mascaró, «además de un cambio en la ley de Extranjería». Lo que diferencia a Son Gotleu de otras zonas «es que hay población recién llegada todo el tiempo, sin parar. Por eso es urgente poner en marcha planes de acogida integrales para estas personas».

Un vecino limpia un solar donde se jugaba a petanca.

Un vecino limpia un solar donde se jugaba a petanca. / redacción

"Los marroquíes somos hermanos de los argelinos"

Un miembro de la comunidad marroquí en Son Gotleu, Said, que pide que no se den más referencias para evitar su identificación, incide en la importancia de desarrollar un programa específico «para las personas que llegan del mar», refiriéndose a los migrantes que alcanzan la costa en las pateras. «Cada mes llega una avalancha de gente. No hay convenio de repatriación con muchos países, como Argelia y otros de África subsahariana. Entonces se quedan aquí, también porque consideran Baleares un buen lugar para instalarse con tanto turismo, ven las islas como un buen mercado. Los argelinos ya no se van a Francia tampoco. Y todas estas personas jóvenes, que vienen sin familia y para las que no hay albergues ni nada, terminan en Son Gotleu. Vienen aquí porque es el barrio más pobre y con mayor inmigración, donde probablemente podrán entrar en contacto con alguien de su país. Entonces se quedan a vivir aquí sin un techo y sin comida. Duermen en pisos okupados o en los parques», relata Said, quien recela de la manifestación que se celebró el pasado viernes en el barrio y reunió a un centenar de personas. «Esa protesta para echar a los argelinos no es el remedio. ¿Dónde van a ir? Lo que hay que hacer es buscar recursos para ellos. La solución no pasa por que los vecinos se peleen entre ellos. Además los marroquíes somos hermanos de los argelinos, compartimos mezquitas, rezamos juntos. Otra cosa es que haya un grupo que delinca. Pero en la mezquita sé que se ayuda a algunos chicos argelinos, les dejan ducharse y les dan de comer», comenta Said, quien desliza que «es posible que la manifestación del viernes fuera manipulada por algún grupo de ultraderecha con intereses en que se rompa la convivencia y que desee extender el relato de que los inmigrantes la armamos».

10.107 personas en Son Gotleu, según el padrón

La densidad de población en Son Gotleu es en estos momentos elevadísima. Basta pasear por la calle y asomarse a sus comercios llenos de vida. Los distintos agentes sociales con los que ha hablado este diario señalan que ni siquiera conocen cuánta gente está realmente residiendo en el barrio. «Hay pisos okupados con muchísimas personas dentro y otras tantas sin empadronar. Los datos oficiales no nos sirven», lamentan.

Según la última revisión del padrón de Palma publicada en el Ibestat, a fecha de 1 de enero de 2022, Son Gotleu cuenta con una población de 10.107 personas, de las cuales 3.473 son extranjeras. De ellas, 2.201 provienen de África. «Esta densidad va escalando y los recursos no aumentan proporcionalmente. Ahora hay menos mediadores culturales. Es un barrio también con muchos chicos jóvenes a los que hay que darles un tiempo libre positivo. No hay centros deportivos o culturales donde puedan desarrollar una actividad a largo plazo», alerta Said.

Personal del  centro de salud.

Personal del centro de salud. / redacción

«A los hijos de los inmigrantes hay que sumarles ahora los chicos que vienen del mar, que tienen entre 18 y 22 años. Tienen mucha energía y fuerza a esa edad. Y algunos tienen problemas de salud mental. Piden ayuda al principio, pero te cuentan que les miran mal. Y entonces sobreviven. Algunos delinquen y se drogan. Y es obvio que crean un problema de inseguridad», considera Said. «Yo les he preguntado a algunos de ellos cómo se encuentran y te contestan: ‘Son días difíciles, no puedo pasarlos consciente, tengo que tomar algo’». La mayoría de estos jóvenes que vienen aquí también tienen a familiares que ayudar en sus países. «Sienten frustración cuando ven que no hay nada para ellos. Entonces les invade la rabia. Y como no tienen hijos y tienen poco que perder aquí, lo que hacen es confrontar al sistema», argumenta Said.

«Es necesario un buen programa de recepción para personas con este perfil en Baleares. Donde se pueda identificar a la gente, conocer sus necesidades, saber si están enfermos, quiénes son, etc. Con el fin de organizar los recursos. Es necesario un punto de recepción con un psicólogo, con trabajadores y educadores sociales que trabajen desde el principio en la convivencia y en la integración», comenta. «Baleares es ahora una de las vías de entrada de inmigrantes más fuerte, está llegando hasta gente de Liberia».

Una reforma integral

Said considera que en el barrio no hay parques suficientes ni infraestructuras para todos, «la biblioteca que tenemos es pequeña y no hay educadores suficientes, sobre todo para estos jóvenes recién llegados en pateras. Se precisa una intervención educativa específica para ellos, programas de formación. Lo que no va a servir de nada son iniciativas que ahora están de moda como planes de choque de limpieza», opina. «Si se sigue sin invertir en la inclusión de estas personas, la isla no va a ser un destino seguro para el turismo. Aunque me imagino que cuando el sector turístico se queje de ello, la Administración se moverá. Sólo se ponen en marcha cuando se tocan los intereses, es decir, el turismo».

La mediadora Aina Mascaró completa algunas de las propuestas de Said. «El barrio necesita una reforma integral y recursos estables en el tiempo, pues priman los proyectos puntuales». Por otra parte, señala que las autoridades deben tener en cuenta que el crecimiento turístico comporta tener barrios obreros anexionados, como Son Gotleu, «y detrás de esos trabajadores hay personas con unas necesidades y carencias, muchas veces pobreza, que es lo que genera malestar y tensión», indica. «Por eso, el conseller de Turismo también debería trabajar por estos empleados, muchos de los cuales viven aquí». Empadronar a la gente -«una obligación según la Constitución»- para que puedan acceder a determinadas ayudas es primordial, dice Mascaró, quien también reclama más clases de castellano. «Tampoco hay escoleta pública en Son Gotleu, ni escuelas de verano estables, cuando la gran mayoría de padres y madres trabajan en el turismo». «La intervención en un barrio con una gran rotación de población y con trabajadores temporales turísticos precisa de una mirada diferente y de una serie de actuaciones específicas», sostiene.

Vista de la calle Tomás Rullán, en Son Gotleu.

Vista de la calle Tomás Rullán, en Son Gotleu. / redacción

"Es un barrio muy familiar"

Para la directora del colegio público Gabriel Vallseca, Asun Gallardo, Son Gotleu es un barrio donde mucha gente trabaja para mejorarlo, «e incluso los que no lo hacen directamente nos apoyan por esta labor». «Es un barrio muy familiar. Las familias tienen muchos niños y quieren cosas buenas para ellos, que estudien para tener un futuro mejor», comenta. «Luego hay gente que se dedica a otras cosas, como la droga, y tienen sus territorios. La droga tensiona mucho el barrio». «También el control por los pisos okupados está creando conflictos», advierte el policía de barrio Antoni Caballero, contento de su trabajo en la zona. «He hecho las salidas y las entradas en colegios de áreas acomodadas de Palma donde me he sentido como un poste, pues nadie me miraba. En Son Gotleu todo el mundo me saluda y los niños me dan abrazos. La gente es muy cercana y te valora», cuenta.

La directora del Gabriel Vallseca insiste en la necesidad de «muchísima más» inversión en infraestructuras y en educación. «La iniciativa de Cort Patis Oberts en los colegios está bien, pero no es suficiente. Desde la comisión educativa del barrio se promueven muchas demandas, pero son cuestiones que deberían hacerse desde la Administración. Debería existir una línea de ayudas específicas para organizar recursos y que sea de manera sostenida en el tiempo». Para Gallardo, Son Gotleu es como el mito de Sísifo: «Tú educas. En el momento en que encuentran un trabajo, se van del barrio, no se quedan. Y vuelves a empezar de cero con los nuevos que llegan. Sería necesario también que la gente se quedara aquí», sostiene. «Los hemos educado, han crecido con nosotros ya con una visión diferente. Son los que podrían cambiar el barrio, pero no se quedan», lamenta. «Para trabajar en Son Gotleu hay que tener una tolerancia a la frustración muy extrema», expone.

Asun asegura que los estudiantes del barrio «son muy agradecidos, maravillosos, valoran mucho lo que van consiguiendo. Deben hacer un esfuerzo 20 veces mayor». Recuerda a un chico de Nigeria que llegó «muy descolocado» con su familia. «Sus padres eran profesores de universidad en Nigeria. Cuando acabó sexto, pedíamos libros al instituto de Física y Química para él. Sus padres trabajaban por las noches en una tintorería. Los ayudaba, pero él quería ser médico. Entre varios profesores le pagamos la matrícula de Química. Luego sus padres se marcharon a Manchester a trabajar y él también se fue. El próximo viernes 23 de junio se gradúa en Medicina. Me llamó para invitarme a la graduación», celebra Gallardo. «Tengo el mejor trabajo en el mejor sitio del mundo», concluye.

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