Opinión | PENSAMIENTO PERIFÉRICO

Amnistía y fracturas políticas

Los resultados de la votación de la ley de amnistía demuestran lo divisiva que resulta y que en ningún caso es fruto de un amplio consenso y mucho menos un ejercicio de reconciliación

Tras el veto del Senado finalmente la Ley de Amnistía ha sido aprobada en el Congreso de los Diputados con 177 votos a favor y 173 en contra (más la ausencia de una diputada de Sumar), unos resultados que demuestran lo divisiva que resulta esta ley y que en ningún caso es fruto de un amplio consenso y mucho menos un ejercicio de reconciliación. Una división, además, que no solo es política sino también social tal y como han revelado numerosas encuestas, entre ellas las realizadas por el GESOP para Prensa Ibérica que han situado el rechazo a la amnistía entre el 60 y casi el 70 por ciento de los españoles.

Sus defensores, en cambio, empezando por el propio presidente del Gobierno, argumentan que con esta ley España hoy es más próspera y está más unida que en 2017, una afirmación que a todas luces está muy alejada de la realidad. Baste recordar que la aplicación del artículo 155 de la Constitución, justo en 2017, recibió en el Senado —que además tiene un número de escaños inferior al del Congreso— el aval de 214 votos, los del PP, PSOE, Ciudadanos y Coalición Canaria, frente a 47 votos en contra y una abstención. Hubo más consenso entonces sobre como afrontar el proceso soberanista por parte de los grandes partidos de ámbito estatal que el que hay ahora, en parte porque el PP se mantiene en una posición inmovilista y en parte porque el PSOE ha experimentado un giro de 180 grados como consecuencia de la política de alianzas que le permitió acceder al gobierno en 2018 y mantenerse en él desde entonces.

Esta política de alianzas, junto con la irrupción de Vox en la política española precisamente en 2018, ha dado lugar a la creciente superposición de las dos principales fracturas políticas sobre las que se articula la competencia política en España, la divisoria izquierda-derecha y la divisoria centro-periferia. Así los partidos de ámbito estatal de izquierdas se alinean con los distintos partidos de ámbito no estatal, aunque estos tengan posiciones variopintas en el otro eje, mientras que los partidos de ámbito estatal situados a la derecha del espectro político y con posiciones centralistas en el eje centro-periferia están condenados a entenderse entre ellos. Se han configurado así dos grandes bloques políticos absolutamente impermeables entre ellos que lamentablemente nos retrotraen a los peores momentos de la historia de España.

No se puede decir que la amnistía haya provocado esta situación pero sí que esta ley ha alimentado y ha consolidado esta peligrosa deriva. La evidencia empírica demuestra que las sociedades en las que las fracturas políticas están entrecruzadas las soluciones consensuales son más factibles, lo que a su vez ayuda a promover la gestión pacífica de los conflictos y los acuerdos a largo plazo. En cambio, cuando las fracturas se refuerzan entre ellas se suelen imponer soluciones de tipo mayoritario y no consensual, y normalmente de escasa vigencia temporal porque son abolidas cuando cambian las mayorías, lo que contribuye a alimentar la división y el resentimiento.

Y esto es justamente lo que acaba de suceder con la ley de amnistía aprobada por mayoría pero con la oposición de casi la mitad del parlamento que ya ha anunciado que piensa recurrirla al Tribunal Constitucional. Es por ello, por mucho que Pedro Sánchez afirme que España está hoy más unida lo cierto es que la división no solo no se ha reducido sino se ha exacerbado y lo ha hecho además alimentando una preocupante superposición de fracturas que va a dificultar, y mucho, el entendimiento.

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