Opinión | Tribuna

La culpa anónima

Columnistas nacionales e internacionales y diferentes analistas de radio y televisión coinciden en que el enorme avance de la ultraderecha supone una «catástrofe», «involución» e incluso Macron, el líder europeo más tonto, que quería enviar tropas a Ucrania y en un ataque de cabreo decide convocar elecciones, habla de guerra civil.

Pero lo que no veo es el propósito de enmienda, suplicar el perdón de los pecados, el chasquido del látigo del flagelo transitando a la penitencia. Me acuerdo de Cersei Lanister paseando desnuda mientras la plebe le tirada puñados de mierda, y, por un momento, fantaseo con Macrón, con Giuseppe Conte y con tantos otros, haciendo el camino de Dante Alighieri.

Parece que ahora lo urgente es no hacer nada, que la ultraderecha ha desembarcado desde Ganímedes, que la culpa es de los electores, que se acerca el Juicio Final que, por lo menos, nos va a pillar viendo la Eurocopa soñando con ganar a los alemanes que se han comprado Mallorca y han quintuplicado el precio de la vivienda. Porque en esto último y en lo insoportable que se ha vuelto el turismo, conservadores y progresistas tampoco tienen ninguna responsabilidad.

En resumen, faltan reflexiones en voz alta del porqué, de qué han hecho aquéllos desde 2008, fecha de origen del «problema», para que suceda esto.

Sencillo. No han hecho nada. Nada bueno, quiero decir. La crisis de 2008-2011 se resolvió con devaluación de salarios y reducción de prestaciones sociales y se hicieron un montón de leyes sobre cuestiones de segundo orden para soslayar los verdaderos problemas. Porque era un problema abordarlos. Luego vino la Covid-19, la Guerra de Ucrania, la inflación y ahora nos montan unos Juegos Olímpicos para que sigamos entretenidos, pero siguen sin acometerlos. Además, el personal está tan abotargado con las redes sociales, con el gimnasio, con los viajes, los tatuajes y con el reguetón, que no tiene tiempo de reivindicar lo que de verdad importa.

Y lo que importa es que, ya en terreno nacional, el único acuerdo a que son capaces de llegar los dos partidos de Estado tras incordiar durante 5 años, es el que menos nos importa. Porque el que haya un juez azul o rojo, a ojos de los ciudadanos es tan importante como que el elfo sea blanco o negro o lleve una sirena en la cabeza. Lo mismo sucede en Francia, Italia, Alemania, y resto de Europa.

Lo que de verdad importa es que la educación pública sea buena y no haya consignas políticas de aprobar al alumno que, si llegase a la universidad, tendría gravísimos problemas para entender textos complejos o redactar comentarios. Importa que salga muy preparado y pueda encontrar un buen trabajo; importa que haya una Formación Profesional de mucha calidad, al estilo de la alemana, que permita el empleo o autoempleo al acabar ese ciclo formativo.

Lo que interesa es que chicos de entre 23 y 36 años lo tienen imposible para comprarse una casa en cualesquiera de los países en que aumentan los populistas, y si quieren pagarse un alquiler lo tienen que hacer en pareja. Porque ganan menos que el coste de la vida. Por eso votan mayoritariamente a la ultraderecha. Porque no creen en el sistema que les ha abandonado.

Lo que no se puede hacer en determinados países, de momento no es el problema de España, es fingir que no hay un grave problema de inmigración que vive en guetos o banlieues, donde no se atreve a entrar ni la policía. Porque es la clase trabajadora la que vive en ese entorno y tienen miedo por los altísimos índices de criminalidad y drogadicción. Esto se puede negar o ignorar, como han hecho conservadores y progresistas durante las décadas en las que se ha larvado el problema, pero Le Pen y sus colegas lo tienen muy claro y llevan estratégicamente quince años trabajando en esos sectores sociales, han suavizado su discurso y ha captado su voto prometiendo que va a reventar el sistema. Lo mismo ha sucedido en Argentina. El peronismo ha sido un desastre absoluto, la derecha, otro, y la gente ha votado contra el sistema en forma del mamarracho que lo quiere serrar.

Decía en un artículo anterior que la única forma de resolver esto es poner al ciudadano en el centro del sistema, usar la tecnología para vertebrar la sociedad, no para polarizarla, exigir a los partidos de gobierno acuerdos de esa naturaleza para abordar lo que debe ser resuelto y tirar al váter sus problemitas de apparátchik. Porque si no los populistas van a seguir creciendo y van a demoler la Unión Europea. Y entonces sí vamos a tener un problema de cojones.