Opinión | Escrito sin red

Un presidente enfangado hasta las trancas

Begoña Gómez, entre Pedro Sánchez y María Jesús Montero en un acto de campaña del PSOE por el 9J en Benalmádena.

Begoña Gómez, entre Pedro Sánchez y María Jesús Montero en un acto de campaña del PSOE por el 9J en Benalmádena. / EFE

La citación de Begoña Gómez el 5 de julio a las 10 horas ha reventado la campaña electoral de Sánchez. Cuando ya ultimaba su nuevo fango de mentiras sobre Feijóo atribuyéndole un inverosímil acuerdo con Puigdemont para una moción de censura (imposible la conjunción con Vox), la citación del juez Peinado ha resituado la presión sobre él. Si hace un mes engañó a ciudadanos, oposición, aliados y al propio PSOE con una carta a la ciudadanía en la que anunciaba una supuesta reflexión sobre su permanencia en el cargo, que no era sino una estratagema de victimización al saber y ocultar que su mujer ya había sido imputada por indicios de delitos de corrupción y tráfico de influencias, ahora repetía la jugada con otra carta acusando sibilinamente al juez de prevaricación. Le acusa de romper una supuesta norma no escrita para los jueces de no interferir en las campañas electorales. No existe tal norma. Confunde una convención parlamentaria con un trapicheo jurisdiccional para injuriar al juez. Se declara, una vez más, al estilo del dictador Franco, víctima de un complot político, judicial y mediático que busca quebrarle, algo que nunca van a conseguir. Reitera su apelación al feminismo para defender las actividades de Begoña, como si éstas, íntimamente relacionadas con sus propias responsabilidades como presidente del Gobierno, tuvieran algo que ver con el feminismo. Es de una inmoralidad extremada relacionar la causa del feminismo con la práctica desvergonzada de la corrupción. Al conjurar a la ciudadanía para votar al PSOE en las elecciones del domingo al Parlamento Europeo como medio de castigo contra el que llama complot de la ultraderecha contra él, no hace sino intentar implicarla políticamente en una causa judicial de naturaleza privada.

Nadie puede asegurar que de la investigación de los indicios de posibles delitos de Begoña pueda derivarse una condena. Pero aún en el supuesto de un sobreseimiento de la causa contra ella, lo que no se podría esquivar es un reproche ético y estético, tanto a ella como a su marido. En efecto, ¿alguien podría imaginar que una ciudadana privada al frente de sus propios negocios relacionados con la tecnología fuera recibida por los máximos responsables de empresas tecnológicas de la importancia de Google, Telefónica e Indra? ¿Alguien podría imaginar que, además de hacerle tales honores, le fabricaran gratuitamente un complejo software con un coste de un centenar largo de miles de euros? ¿Alguien podría imaginar que el rectorado de la Universidad Complutense de Madrid adjudique, por miles de euros a su cargo, completar el citado software y que esa beneficiada ciudadana privada lo patente a su nombre? Telefónica e Indra son empresas participadas por el Gobierno, es decir, bajo la influencia de Sánchez, que desde su entronización en la presidencia no ha hecho sino colonizar con amigos y miembros afectos del PSOE a la administración del Estado y a las empresas públicas. Google, una multinacional de EE UU, en su negocio en España está sujeta a las regulaciones del Gobierno. Súmensele a toda esa tramoya las gestiones de Begoña con uno de los financiadores de su máster, el CEO de Globalia, Javier Hidalgo, empresa rescatada por el Estado por 615 millones, y las cartas de recomendación a la empresa del organizador de su máster, Carlos Barrabés, que le ha beneficiado en concursos de la administración en los que no era la opción más beneficiosa económicamente, por una cantidad superior a los 10 millones de euros.

Sánchez acusa a PP y Vox de una campaña de bulos contra él. Pero si hay en la política española un instigador de insultos y bulos es Sánchez quien brilla con luz propia. Él fue quien llamó indecente a Rajoy en diciembre de 2015 reprochándole no haber dimitido y seguir aspirando a volver a ser candidato. Él fue quien instó al coro perruno de ministros a insultar a Feijóo el verano de 2022, todos a una. «Perros, somos perros porque somos fieles» (Teresa Ribera, tras la 1ª carta, cuando Dionisio-Sánchez amagó con la dimisión y los hizo estallar en el paroxismo extático de ménades y bacantes). Él fue quien instó a Puente a calumniar a Milei como consumidor de drogas. Él fue quien acusó a Ayuso por un supuesto caso de corrupción de su hermano, cuando ya estaba exculpado por la Justicia. Él fue quien acusó de corrupción a Ayuso y exigió a Feijóo su dimisión por un expediente de la AEAT a su novio cuando todavía no tenía relación alguna con ella, por una filtración ilegal de los fiscales de Madrid a las órdenes del fiscal general, cuya responsabilidad ha asumido. Todo el coro perruno de ministros repicando sus insultos. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha admitido a trámite la querella criminal presentada por el novio de Ayuso contra los fiscales.

Sánchez es un cínico impenitente que ha mentido sobre su formación, sobre su tesis doctoral plagiada que ni siquiera ha leído. Ha trampeado las urnas del comité federal de su partido para evitar que lo echaran. Ha mentido sobre todos sus compromisos electorales: no pactar con Podemos, no pactar con Bildu, no pactar con ERC, no indultar a los golpistas catalanes. Ha desmontado la seguridad del Estado para conseguir el voto independentista: ha eliminado la sedición, ha reducido la malversación. Ha conculcado su promesa electoral de no aprobar la amnistía por inconstitucional, pactando su redacción en el extranjero con los delincuentes que se benefician de ella a cambio de votarle su investidura, la mayor corrupción política de la historia de la democracia. Sánchez es además un cobarde inveterado, que se ausenta del debate parlamentario en las votaciones de leyes polémicas, sea la rectificación de la ley del sólo sí es sí o en la misma votación de la ley de la amnistía, la ley que revienta el Estado de Derecho. Él entrega el Sáhara a Mohamed VI y reconoce el Estado de Palestina al margen de los principales socios europeos para hacerse con los votos de la ultraizquierda. Tuvo el cuajo, tras la primera carta, el engaño al país, la ocultación de la imputación de su mujer y la manipulación del jefe del Estado, de declarar su propósito de regenerar la democracia en España. Critica a Trump, pero es tan populista como Trump. La democracia española estaba enferma y degenerada. Él la ha convertido en un esperpento de polarización y odio. n

Suscríbete para seguir leyendo