Opinión | Escrito sin red

La realidad se come el relato

Macron

Macron

Los resultados de las elecciones europeas ofrecen interpretaciones a gusto de casi todos. Los representantes del Partido Popular Europeo aseguran que seguirá vigente la fórmula del acuerdo entre la derecha popular, la socialdemocracia y los liberales. La extrema derecha jalea su triunfo en Francia y se declara preparada para asumir el poder. Macron convoca elecciones anticipadas en maniobra desesperada parecida a la de Sánchez tras las autonómicas y locales de mayo de 2023, para frenar un gobierno de Jordan Bardella. La señora Le Pen quiere reservarse para las presidenciales. Alternative für Deutschland arrasa en la antigua DDR y accede al segundo puesto en la antigua República Federal tras la CDU, mientras fracasa estrepitosamente la alianza de socialdemócratas, liberales y verdes, con un SPD que solo consigue situarse en el tercer puesto. Meloni, capitaneando entre céfiros de derecha y ultraderecha gana en Italia y se reivindica como decisiva en Europa. En España se ha evidenciado la superioridad del PP en los resultados al tiempo que la del PSOE en el relato. Sánchez no gana una elección desde 2019. Si perdió las generales de 2023 por 1,5 puntos frente al PP ahora lo ha hecho por 4 puntos en una derrota incontestable, aunque ha conseguido transmitir la idea de que ha resistido y que ha derrotado al PP en sus expectativas. Se ha comido buena parte de los votos de Sumar y de ERC con la amnistía, los insultos a Milei, la retirada de la embajadora en Argentina y su reconocimiento del Estado de Palestina, con lo que fantasea con su enorme resiliencia, pero ha debilitado extraordinariamente a su mayoría progresista del «somos más».

El contrapunto de Sánchez, que ha afirmado que agotará la legislatura y volverá a derrotar a la ultraderecha del PP, ha sido Page, que no ha dudado en reclamarle no «eternizar lo inviable». Esto último es quizá el diagnóstico más lúcido a resultas de la dinámica parlamentaria en la que el PSOE se suma a las proposiciones de ley del PP que apoyan Junts y PNV para no verse retratado en dolorosas derrotas como las de la prohibición de la prostitución o la retirada de la ley del suelo. La respuesta del PP ha sido sumarse a la categorización de Page y a demostrar una vez más su debilidad frente al relato del PSOE, su acomplejada relación con los esquemas ideológicos que imponen las izquierdas: «el PP cree que no es aceptable que Sánchez les califique de ultraderecha». Con esta permanente disposición morigerada, como de doncella ofendida, a situarse en el marco mental que le fija el PSOE es imposible, por más que uno piense que Sánchez tiene fecha de caducidad, que el PP asuma la iniciativa política. Su asunción, obvia, de que no está en sus manos la convocatoria electoral que finiquite el actual estado de desgobierno, no parece sino una excusa más para justificar su impotencia a pesar de su inmenso poder autonómico y local y de tener mayoría absoluta en el Senado.

Frente al relato de Sánchez, hay una realidad que se impone. Es la realidad de un Gobierno que, si hasta ahora era de dos, ahora ya es de sólo uno; Sumar se está volatilizando. Es la realidad de que no hay presupuestos y de que el Gobierno y el PSOE no pueden aprobar ninguna iniciativa parlamentaria. Sólo han aprobado la amnistía. Una amnistía cuya aplicación está siendo cuestionada por los fiscales del Procés, que se rebelan contra Álvaro García Ortiz, por el Tribunal de Cuentas y lo estará todavía más cuando otros tribunales planteen ante el TC o el TJUE un recurso de inconstitucionalidad o una cuestión prejudicial por entender que colisiona con el derecho europeo. Es la realidad de la corrupción del PSOE en la compra de mascarillas de la trama Koldo, la de la corrupción focalizada en el Gobierno a través de Ábalos y la del entorno personal de Sánchez, su mujer y su hermano, ante la que no tiene más respuesta que fango, fango y más fango. Es la realidad de la segregación lingüística en Cataluña sin que se cumplan las sentencias judiciales. La realidad de las votaciones telemáticas para elegir la presidencia del parlamento catalán desoyendo la resolucion del TC imponiendo la presencial. Es la realidad del desgobierno, el desconcierto y la descomposición en todos los órdenes sobre la que se asienta el poder de un autócrata.

A veces la realidad se impone por vías imprevistas. Si Sánchez es el jefe de una de las élites extractivas. Si Feijóo y Abascal lo son de otras dos. Si junto al resto de partidos del sistema político, de ultraizquierda o nacionalistas, forman, no una democracia sino una partitocracia corrupta de la que de ninguna manera quieren prescindir, porque sin ella desaparecería la fuente de su poder y de los privilegios económicos, suyos y de sus seguidores, si ésta es la realidad, ésta no puede ser desconocida por muchos votantes que, al no contar con alternativas respetables, acuden a arribistas como Alvise, un caradura que ha declarado que busca dinero y aforamiento para pagar sus multas y esquivar cuentas pendientes con la Justicia. Ha conseguido tantos votos como Sumar. Alvise no es sólo el resultado de desenvolverse en las redes sociales, es un producto de la partitocracia y de la ausencia de voluntad de regeneración del PP y del PSOE, de Feijóo, Sánchez y Abascal que no tienen más proyecto que sentar su culo en el sillón curul del poder que les proporcionan las listas electorales bloqueadas y cerradas. Otro tanto ocurre en Europa. Si a los que están en contra de la inmigración descontrolada, a los que cuestionan la burocracia de la Comisión Europea en la agricultura o el ritmo en la aplicación del paradigma verde, se les moteja de ultraderechistas, se está imponiendo un relato político al gusto de las burocracias gobernantes conservadoras y socialdemócratas. Pero la realidad del estado de cosas que no aceptan se impone a su relato por medio del voto ciudadano. Y el resultado es Le Pen, Alternative für Deutschland, o Meloni. La ultraderecha es el resultado de un proyecto político socialconservador y burocrático al margen de los verdaderos intereses de los ciudadanos. Sin ellos y la realidad no hay democracia que merezca este nombre, aunque se revista de ropajes vistosos y relatos sobre el estar en el lado correcto de la historia. n

Suscríbete para seguir leyendo