Opinión | Escrito sin red

Las barbas del vecino

La victoria del Reagrupamiento Nacional de Le Pen en la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas ha encendido las alarmas en la UE. No se ha entendido la reacción de Macron de convocarlas tras la victoria de la extrema derecha en elecciones europeas, que no ha servido para cohesionar al país en torno al centro político que él representa. Al revés, ha evidenciado su polarización disparando al RN hasta el 33% y al Nuevo Frente Popular de Mélenchon y su Francia Insumisa hasta el 28%, mientras el partido del presidente, Ensemble, ha quedado en tercer lugar con el 22% de los votos. El voto a la izquierda y al centro se ha localizado en Paris y otras grandes ciudades mientras el voto a RN se ha dado en las ciudades medianas y pequeñas al norte y al sur del país, como en la revuelta de la Vendée en 1793. Habrá renuncias en los colocados en tercer lugar tanto del Frente Popular como de Ensemble para intentar frenar a Le Pen en la segunda vuelta, pero hay muchas dudas de que, antes que dirigirse al NFP, votantes del centro y la derecha de Republicanos no se decidan por RN. El NFP es un conglomerado heterogéneo y radical en el que Mélenchon ha destacado por su antisemitismo sólo aliviado por la figura izquierdista de Rafaël Glucksmann al frente de los socialistas. Lo paradójico es que el NFP ha sido acusado de antisemita por Marine le Pen, cuyo padre, fundador del partido, oficiaba precisamente de tal condición. El resultado de la segunda vuelta es incierto, pudiendo consagrar la victoria de RN por mayoría absoluta y abrir paso a la cohabitación de su candidato Jordan Bardella con Macron o, si no la consigue, podría dar paso a un Gobierno técnico nombrado por el presidente.

Lo ocurrido en Francia, el auge de la extrema derecha, no es una excepción en Europa. Ha pasado también en Alemania, donde AfD ha vencido en el territorio de la antigua DDR y ha pasado a ser la segunda fuerza en toda Alemania en las elecciones europeas. El resultado ha sido también victorioso para los Hermanos de Italia de Georgia Meloni. Con lo que se consolida la fuerza de la extrema derecha en las tres más importantes economías de la UE. También en todo el resto de países, Hungría, Polonia, Austria, Países Bajos, Dinamarca, Suecia…Esa tendencia cabe atribuirla, según la mayoría de analistas, al fracaso del multiculturalismo, a la inmigración incontrolada, a la inseguridad, al temor al islamismo y a los perdedores de la globalización. El caso paradigmático es el francés. El Partido Comunista francés fue, tras la II Guerra Mundial, uno de los grandes partidos de Francia. La intelectualidad francesa, inmersa en el existencialismo, encabezada por Sartre y Beauvoir, fue compañera de viaje del PCF y del estalinismo hasta bien entrados los años ochenta. La disidencia fue encabezada por Albert Camus, al publicar L’homme revolté, que publicó en 1951. Uno de sus capítulos, Nietzsche y el nihilismo, había sido publicado en la revista de Sartre Les temps modernes que fue replicado en la misma por un artículo de Francis Jeanson donde se le recriminaba a Camus que redujera su rebeldía al plano estético, rompiendo con el comunismo. Camus fue el único faro de una izquierda democrática en Francia. La clase trabajadora francesa votaba PCF. Hasta que sus barrios se convirtieron en el espacio de la inmigración y de la inseguridad y los puestos de trabajo tradicionales desaparecieron o fueron ocupados por una mano de obra inmigrante, con un PCF anclado en sus viejas posiciones y sin representar las nuevas demandas. Hoy la clase trabajadora francesa vota a la extrema derecha.

En España nos maravillábamos hace unos años de la inexistencia de la extrema derecha entre nosotros mientras proliferaba en Europa. Francia, Italia, Alemania, Polonia, Austria, etc. Se producía el mismo fenómeno en los Países Bajos y en los escandinavos, donde se desmoronaba el eterno dominio de la socialdemocracia. Era una ilusión debida al retraso político español en incorporarnos a la dinámica social europea y a la menor inmigración. Los contingentes más importantes se habían dirigido hacia las economías más punteras: a Francia desde Argelia y Marruecos; a Alemania desde Turquía; al Reino Unido desde sus colonias. Era una cuestión de tiempo que el fenómeno se diera también en España. Y con él, el del terrorismo islamista. En España, en Reino Unido, en Francia. En muchos casos por inmigrantes de segunda o tercera generación. En España la crisis de 2008 y la incapacidad de Zapatero se suman al deterioro de un sistema político agotado por las élites extractivas partidarias. EL 15M anuncia la aparición de nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, que se mantendrán hasta finales de la década. La extrema derecha surge con fuerza tras el golpe de Estado de los independentistas catalanes en 2017. La incapacidad de Rajoy para hacer frente al independentismo y regenerar la democracia española cuando contaba con mayoría absoluta provoca que se dispare Vox, una escisión del partido popular. El malestar de la juventud por el mal funcionamiento del sistema impulsó a Podemos y a Ciudadanos. Y son muchos de sus exvotantes los que ahora votan sin solución de continuidad a Vox.

El PP y el PSOE han dejado de representar en buena parte a sus antiguos electores. No han dado ninguna respuesta a la inseguridad física y jurídica, a la inmigración incontrolada, al problema de la vivienda, a la okupación, al funcionamiento del Estado. Las víctimas son sus electores, los ciudadanos más vulnerables, no los privilegiados. La derecha de Rajoy era derecha de casino, sin propuestas ideológicas, cobarde y anclada en la corrupción. La izquierda del PSOE es una izquierda reaccionaria, woke, adoctrinada por un Zapatero aliado con el populismo de los Kirchner, Maduro, Petro y Lula y dirigida por un autócrata acorralado por la corrupción que tiene al PSOE como un perrito faldero. La izquierda practica un buenísimo que, entre otras cosas, impide conocer el origen de la delincuencia contra las mujeres. Cómo pueden tomar decisiones los ciudadanos sobre su futuro, si desde las esferas oficiales se les oculta la realidad, tratados como menores de edad, con la excusa de no demonizar con ello a los inmigrantes. La extrema derecha es el resultado de la desatención de los partidos del sistema a sus electores tradicionales, abandonados a su suerte, atentos solamente al mantenimiento de su estatus.

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