El Mallorca 2005/06 profundizó en el estreno liguero en los problemas que le acosan en los últimos tiempos. No hace goles y recibe los suficientes para no ganar. Ayer perdió, lo que hace tiempo que ha dejado de ser noticia en Son Moix. Acostumbrada a sufrir hasta el último segundo, la afición rojilla se tomó con calma la derrota de ayer, ya sea porque no queda otra o porque resta todo un mundo para enderezar el mal inicio.

Nadie diría que han transcurrido dos meses desde el último partido oficial del Mallorca, sino todo lo contrario, que el decisivo encuentro frente al Betis de la última jornada de la pasada temporada -pésimo, como todos los anteriores- se hubiera celebrado el pasado domingo. En este nuevo Mallorca de Grande han cambiado muy pocas cosas, al menos en el terreno de juego. Los mismos defectos, la misma falta de ideas, en definitiva, la misma miseria de siempre invitan a pensar que el aficionado puede volver a pasar un calvario. Y dos seguidos es demasiado para el cuerpo.

Tan de plastilina es este Mallorca que, hasta que llegue un delantero y repare el absurdo del traspaso de Luis García, y recupere al sancionado Arango, no tiene pinta de que mejore. Con el técnico argentino rumiando la falta de calidad de una plantilla que él mismo ha tejido, le quedan pocas salidas. A estas alturas, no hay posibilidad de criba y el traje es el que es, aunque siempre queda el recurso de cambiar de sastre por si las moscas.

El Mallorca comenzó con un tembleque propio de un equipo que no cree en sus posibilidades, o por lo menos duda, y mucho. A la que el Depor se metió el cuchillo entre los dientes, se sintió acogotado. Con una defensa parvularia, sin techo para el juego aéreo ni engrase para las coberturas y plomiza en la salida, quedó a merced del adversario, el Depor más descafeinado de la última década. El equipo de Caparrós se llevó el máximo botín con el mínimo esfuerzo, al aprovechar el primer regalo rojillo de la temporada, una falta de entendimiento entre Pereyra y Moyà. Juanma, sustituto ayer del lesionado Coloccini, andaba por allí para rematar a gol. Era el minuto 18.

Algo pasa con el Mallorca que nunca da garantías de seguridad. Primero porque su defensa es vulnerable por naturaleza, o se permite errores imprevistos en un equipo de Primera. Y segundo, porque el rendimiento de su ataque tampoco es para tirar cohetes. Como que no marca diferencias en el área, le obliga a depender demasiado de la eficacia de su defensa, que no se distingue por su grado de garantía.

El gol del Depor tuvo un efecto devastador para el Mallorca, que había jugado un primer tiempo desigual. Sólo Okubo daba la sensación de que podía volver a equilibrar el partido. Inteligente para ganarse el espacio preciso, intuitivo para el toque corto y hábil para el uno contra uno, Okubo estuvo diez peldaños por encima de sus compañeros. Pero el menudo delantero nipón, además de encontrarse demasiado solo entre Andrade y Juanma, no encontró demasiada ayuda a su alrededor. Tuni jugó con su tradicional pesadumbre, como si le hubieran fastidiado por jugar el partido. Tuvo chispazos, pero todos demasiados previsibles. Hay gente que es feliz carne de banquillo.

Sin nadie que se atreva a tomar el mando, el juego del Mallorca es demasiado trabajoso y previsible, de lo que tomó buena nota el Depor, que se defendió con eficacia, pero sin grandes alardes.

La mejor ocasión

El descanso refrescó las piernas, pero no la cabeza. El equipo se inutilizó, incapaz en la elaboración y fallón en la defensa de las bandas, mal orientado en todos los sectores del campo. Farinós volvió a recordar al jugador que vive de recuerdos, como ocurrió la mayor parte de la temporada. Estuvo perdido toda la tarde y si Cúper no le cambió antes es porque ver el banquillo rojillo y ponerse a temblar era todo uno. El Depor, por su parte, jugó cómodo, con un punto de determinación incluso, tranquilo, aunque mucho tendrá que mejorar si quiere meterse en Europa la próxima temporada. Ayer fue muy vulgar, la peor noticia para el Mallorca, posiblemente peor que la derrota.

El Mallorca se descosió, se partió, y como primer resultado perdió el balón. Mal presagio ante un equipo como el Depor, que aún conserva jugadores que la saben tocar. Era el premio a la entereza y el castigo a la autocomplacencia, a la ausencias de tensión del Mallorca, que no recibió el mensaje que le enviaba el Depor, es decir, que encajaba los golpes -sobre todo, el remate a bocajarro de Pereyra en el minuto 66 que detuvo de forma prodigiosa Molina- pero no entregaba la cuchara. Que apelaba a la jerarquía, en suma, de su pasado y de su presente, y que confiaba ciegamente en ella.

El coraje que puso el equipo de Cúper fue la única nota positiva, algo que fue insuficiente para evitar la enésima derrota en el debut liguero desde el 97. Todo sigue igual en el Mallorca.

MALLORCA: 0

DEPORTIVO: 1

GOLES

Minuto 18 (0-1): Grave falta de entendimiento entre Moyà y Pereyra. El argentino retrasa de cabeza al portero, a éste se le escapa el balón y Juanma marca el que sería resultado definitivo.

MINUTO A MINUTO

Pimera parte:

Min. 14: Molina detiene un cabezazo de Ballesteros.

Min. 27: Peralta tira flojo en la culminación de una gran jugada iniciada por Okubo.

Min. 32: Ballesteros cabecea un centro de Okubo que se va fuera por poco.

Min. 41: Andrade remata al larguero.

SEGUNDA parte:

Min. 49: Moyà rechaza una falta lanzada por Tristán.

Min. 50: Molina despeja un tiro lejano de Cortés

Min. 66: Molina se luce en remate a bocajarro de Pereyra.

Min. 68: Farinós tira desviado, lejos de la portería de Molina.